martes, 27 de diciembre de 2011

CINE Y ARQUITECTURA (1): PATIOS DE VECINDAD

La relación entre cine y arquitectura es estrecha y abarca múltiples facetas. Desde las películas en las que el protagonista es un arquitecto, el diseño y construcción de los decorados, la utilización de elementos arquitectónicos con una gran carga simbólica (las escaleras), la visión de las ciudades, la arquitectura histórica, la representación de los espacios…
En este caso, la re-edición de una gran película italiana me lleva a un repaso sobre tres películas que se desarrollan en el espacio arquitectónico de unos bloques de vecindad o viviendas con patio. Y precisamente a través de ese patio se establecen las relaciones entre los personajes y el desarrollo fundamental de la acción.

Las dos primeras tienen mucho que ver con el concepto de voyeur. En “La ventana indiscreta” de Alfred Hitchcock (1954), un reportero gráfico (James Stewart) se ve obligado a permanecer en reposo con una pierna escayolada y decide evitar el tedio de su convalecencia mirando desde la ventana de su apartamento las viviendas de enfrente a través del patio. Observa meticulosamente la vida de sus vecinos a través de unos prismáticos. Un conjunto de pequeños y extraños incidentes le llevan a sospechar de uno de sus vecinos.
El talento de Hitchcock es capaz de contar una historia y mantener un asombroso suspense sin moverse de una habitación y con un patio como único e intrigante paisaje. Grace Kelly (la novia del protagonista) y Thelma Ritter (su enfermera) se van convirtiendo paulatinamente de mujeres escépticas a cómplices de su investigación. Una obra de un gran poder narrativo en un espacio escénico único.

La ventana indiscreta

En “No amarás” de Krzysztof Kieslowski (1988), Tomek es un joven de 19 años que vive obsesionado con Magda, una mujer treintañera a la que espía cada tarde con unos prismáticos. La contemplación de sus citas amorosas va provocando en Tomek un estado de excitación y de celos que le empujan a actuar para declararle su amor.
Pero no es tan sencillo como él cree y la historia adquiere una tensión narrativa, en el ámbito del patio que separa los dos bloques de viviendas.

No amarás

Por último, la película italiana a la que hacía referencia, “Una jornada particular” de Ettore Scola (1977). El 6 de Mayo de 1938 Hitler visita Roma. Es un día de fiesta para la Italia fascista que se vuelca en el recibimiento. En una gran casa de vecindad sólo queda la portera, un ama de casa, Antonietta (Sophia Loren) y un locutor de radio, Gabriele (Marcello Mastroianni). El azar (un pájaro que se escapa de su jaula y vuela a través del patio desde la ventana de Antonietta hasta la de Gabriele), provocará ese primer contacto entre los dos protagonistas. Charlan y toman café. Poco a poco van conociendo las mutuas frustraciones y sinsabores. Ella va encontrando en él algo que nunca se había planteado en todos los años de amante esposa y ejemplar madre y ama de casa humilde. Incluso surge la posibilidad de un escarceo amoroso que rompa de alguna forma su esclavitud. Y él encuentra en esa mujer madre de seis hijos a su confidente. Toda la película esta impregnada de una atmósfera asfixiante que se cuela en las viviendas a través de las ondas y los megáfonos que radian el desfile y las palabras de Adolf Hitler mientras ellos, en un momento sublime, bailan de forma violenta en la terraza. Con otro momento culminante: esa tortilla compartida.
Una maravillosa parábola sobre la libertad.






domingo, 18 de diciembre de 2011

ASCENSIÓN AL PICO CERREDO (08/12/2011)

Buen tiempo, buena caminata y buen ambiente. Algunos nervios en la trepada final y alguna culada en el barro: siempre hay alguien dando la nota...

 1. Primeras rampas

 2. Primer descanso al sol

 3. Vaca ¿marina?

 4. Tomando altura

 5. Bajo el roble

 6. Las cabras nos vigilan

 7. Pico Cerredo a la vista

 8. Roca caprichosa

 9. Cabo Villano al fondo

 10. Objetivo conseguido. Hora del bocata

 11. Montes Buciero y Candina. Sonabia e Islares

 12. ¿Quién se parece a quién?

 13. Mirando al mar

 14. "Los 9 magníficos"

 15. Reflejos

 16. Iniciando el descenso

 17. Ya metí la pata...

 18. La "Fontana de Trevi"

 19. Sombras

 20. El descenso

 21. Plaga

 22. Beeeee!!!

 23. Muuuuu!!!

 24. Estiramientos en el Camino de Santiago

25. La fuerza del mar

26. Reponiendo fuerzas

Y colorín colorado...

viernes, 16 de diciembre de 2011

viernes, 9 de diciembre de 2011

LA TORRE IBERDROLA

El gran pintor Antonio López comenta que le gustaría pintar un cuadro de la ría de Bilbao desde lo alto de la Torre Iberdrola, cuya construcción acaba de finalizar recientemente. Sus 165 metros de altura la convierten en la edificación más alta de la cornisa cantábrica, lo cual es una característica pero no tiene por qué ser necesariamente una cualidad.

Perspectiva desde la Plaza Euskadi

La construcción en altura siempre ha ejercido una atracción especial para los arquitectos e ingenieros a lo largo de todos los tiempos. Estas edificaciones, por su visibilidad y su impacto sobre el territorio, siempre han supuesto un reto para sus diseñadores, tanto en el aspecto formal como en el estructural y funcional. En este caso el arquitecto César Pelli y su equipo hacen una propuesta formal basada exclusivamente en la geometría, desprovista de cualquier otra consideración. Es, sin duda, su propuesta más radical en el campo de los edificios de oficinas si la comparamos con otros proyectos suyos como las Torres Petronas de Kuala Lumpur, el World Financial Center de Nueva York o el International Finance Center de Hong Kong. La propuesta geométrica de la torre de Bilbao arranca en su planta, de forma triangular con sus lados ligeramente curvos, lo que proporciona una percepción variable del edificio en sus perspectivas urbanas: desde perspectivas frontales contundentes donde se aprecia el edificio casi como un paralelepípedo, hasta visiones en escorzo de gran profundidad.

Planta tipo

Y la propuesta geométrica se mantiene en sus alzados o fachadas exteriores mediante una sutil inclinación de sus aristas verticales que, por un lado provocan la sensación de estar ante un edificio aún más alto y, por otro lado, proporcionan una estabilidad visual y constructiva al conjunto. Acero y vidrio en una modulación repetitiva hasta fundirse con el césped del suelo. Únicamente se permite una licencia “expresionista” en la marquesina  del acceso.

Sección

Según parece (yo no lo he comprobado) si prolongásemos estas aristas verticales se juntarían en un vértice superior a 1.000 metros de altura.  Eso me hace pensar que a la Torre Iberdrola le faltan 835 metros para ser perfecta.
Pero como en los discos sencillos o “singles” de vinilo, también aquí existe una cara B que casi nadie conoce o escucha. A la torre se le ha asignado un eslogan promocional, Modernidad y Sostenibilidad. Este último término, tan utilizado y tan manido últimamente es el que me inquieta. Porque tras la denominación de arquitectura sostenible lo que normalmente se esconde es una arquitectura con un planteamiento inicial muy poco sostenible (por ejemplo en este caso, el muro cortina de vidrio en todas las orientaciones de su fachada) al que posteriormente hay que ir “parcheando” con una serie de medidas correctoras  tecnológicamente avanzadas (y caras) hasta conseguir una supuesta calificación prestigiosa de “certificación de eficiencia energética y diseño sostenible”. Sin plantear la vuelta a construcciones tradicionales como el caserío, por otra parte realmente sostenibles y adaptadas al territorio, no estaría de más una profunda reflexión sobre estos términos que ahora tanto nos llenan la boca y que, como decía, no suelen ser sino una fórmula más de marketing comercial. 


domingo, 27 de noviembre de 2011

SALIDA AL MONTE

Mi época favorita del año para subir al monte o hacer rutas por entornos naturales es, sin duda, en la que estamos ahora, mediados y finales del otoño. La gran variedad de matices de color, la nitidez de la atmósfera permitiendo visualizar amplias perspectivas, la actividad de la fauna que se afana en prepararse para el invierno que se avecina… en fin, una fiesta para los sentidos. Y el frío que empieza a dejarse notar también ayuda a mover las piernas para entrar en calor.
Mi próxima salida la tengo programada para el jueves festivo 8 de Diciembre. El destino, el Pico Cerredo, en la costa oriental de Cantabria. He planteado un recorrido circular subiendo por el lado Oeste, desde donde se divisa la bahía de Oriñón y el macizo de Monte Candina. Y bajando por el lado Este, a través de Allendelagua o de Cérdigo (según estén las fuerzas), completando el recorrido de retorno a Islares a través de un tramo del Camino de Santiago, cruzando el frondoso hayedo junto a los acantilados.

Ruta

En el recorrido, aparte de la variada vegetación, nos podremos cruzar con rebaños de vacas y caballos salvajes, cabras, águilas majestuosas o buitres provenientes de la cercana buitrera de Candina.

Fauna y flora


Fauna y flora

Si el día está despejado, desde la cumbre del Pico Cerredo llegaremos a divisar la ciudad de Santander por el Oeste y el faro de Cabo Villano en Górliz por el Este.

Pico Cerredo

En cuanto al grado de dificultad, no se trata de un paseo dominguero pero tampoco de una ruta de alta montaña, ni mucho menos. Así que a todos los que os apetezca disfrutar de esta ruta os animo a que os acerquéis a Islares. Al terminar habrá viandas para reponer fuerzas.

Datos técnicos

-       - Fecha de salida: Jueves 8 de Diciembre a las 9.00 h.
-      -  Lugar de salida: Islares, Castro Urdiales (junto a la gasolinera).
-       - Desnivel: 643 metros.
-       - Recorrido: 16 kilómetros aprox.
-       - Duración: 4 - 5 horas.







sábado, 19 de noviembre de 2011

JORNADAS DE REFLEXIÓN

Estas dos últimas semanas nos hemos empachado con los discursos de los candidatos reclamando nuestro voto. Unos, leyendo papeles que, a veces, eran incapaces de descifrar. Otros, más hábiles, leyendo el guión escrito en su cabeza, con más o menos fluidez. Algunos, prometiendo aplicar tres grandes medidas para salir de la crisis de las que ¡horror! sólo eran capaces de acordarse de dos. Y todos ellos con un auditorio a sus espaldas (es la moda del marketing últimamente) más ocupados en atender a la pantallita que les indicaba cuando tenían que aplaudir que en escuchar a su líder. Y cada vez que veía a estos “bustos parlantes” me venía a la mente el discurso que hace unas semanas dio Leonard Cohen en Oviedo con motivo de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. http://www.rtve.es/noticias/20111021/premios-principe-asturias-2011/469977.shtml

Sin duda, el mejor discurso que he escuchado en muchos años. Unas palabras pronunciadas desde la sabiduría, desde el corazón y, lo más importante, desde la humildad. Es sobrecogedor escuchar a la persona que ha compuesto e interpretado alguna de las mejores canciones del siglo XX con esa intensidad y emoción. Curiosamente, no es la primera vez que cito a Leonard Cohen en este blog. (Ver entrada “Letras de Canciones”. 27 de Septiembre de 2011).


No hay color.

lunes, 14 de noviembre de 2011

UNA REGATA DE LOCOS

Hace nueve días partió del puerto de Alicante la regata Volvo Ocean Race www.volvooceanrace.com/es/home.htm, regata de veleros vuelta al mundo con escalas.


Se anuncia como la regata más dura en el mundo de la vela. Pero sin restarle mérito alguno, hay que decir que no es así. La regata más exigente es, sin duda, la Vendée Globe, por dos pequeños detalles. En primer lugar, porque no tiene escalas, así que no hay opción de paradas para descansar ni para reparaciones. En segundo lugar, frente a la docena de tripulantes de la Volvo, la Vendée Globe es una regata de navegantes solitarios: un barco/un hombre (o una mujer). La diferencia parece sustancial.
A finales de la década de los sesenta (1968), cuando el hombre estaba a punto de llegar a la luna, nueve hombres zarparon a bordo de sus pequeños barcos de vela para competir en una regata alrededor del mundo en solitario y sin escalas. Esto no se había hecho nunca. Sólo uno regresó: Robin Knox-Johnston (sir Robin), de 28 años, a bordo del Suhaili, un barco de madera de teca.


A sir Robin le pudimos ver cuarenta años más tarde en el puerto de Getxo en la salida y llegada de la regata Velux 5 Oceans (ver entrada Graham Dalton de este blog). Los participantes de aquella regata Golden Globe zarparon sin satélites en órbita que pudieran facilitar su navegación, guiados por el sextante, el sol y las estrellas. Sin sistemas de predicción meteorológica, sin apenas aparatos de comunicación (rudimentarias radios que sólo algunos llevaban y no siempre funcionaban). Con barcos pequeños y artesanos. No eran regatistas. Ni siquiera eran deportistas. Sólo uno cruzó la meta después de diez meses en la mar. Los demás obtuvieron una mezcla de fracaso, infortunio, locura y muerte.
Han pasado poco más de cuarenta años pero en este tiempo el avance en el mundo de la vela ha sido espectacular en todos los sentidos: barcos más rápidos y fiables, nuevos materiales, sistemas de comunicación y de predicción meteorológica, tripulación con un alto grado de preparación física y técnica, patrocinadores, equipos de apoyo… Y sin embargo, curiosamente, el mar sigue imponiendo su ley: en la regata que acaba de iniciarse, a las pocas horas de zarpar dos de estas grandes máquinas de navegar tuvieron que regresar a puerto a causa de los graves desperfectos sufridos por un fuerte temporal. Como decía el gran navegante y escritor Bernard Moitessier, uno de los participantes en aquella mítica regata de locos: “Nunca hay que perder el respeto al mar. El mar, si quiere, siempre te puede.
Buenos vientos para todos. 

lunes, 7 de noviembre de 2011

AMOR A PRIMERA VISTA

Cuando entré en el local la vi al fondo, en una esquina, entre penumbra, como queriendo pasar desapercibida. Pero irradiaba una extraña energía que me hizo acercarme a ella. Se movía con una suave cadencia que la hacía aún más enigmática y atractiva. Cuando estuve junto a ella pude comprobar que el paso de los años le había dejado algunas pequeñas arrugas y cicatrices. Pero mantenía sus curvas sinuosas, su piel caoba, su trenzado perfecto… Fue un auténtico flechazo y de repente me obsesioné con la idea de compartir con ella el resto de mi vida. Quería tenerla siempre cerca y acariciarla, olerla, acurrucarme sobre ella.
Hoy está junto a mí, haciéndome más llevadero el día a día. No puedo dejar de mirarla. Es como un sueño hecho realidad. Sin embargo esta bonita historia tiene un pequeño pero: no está aquí por su voluntad, tuve que pagar para conseguirla, algo que nunca pensé que llegase a hacer. Bueno, nadie es perfecto.
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martes, 25 de octubre de 2011

PELÍCULAS ¿DE GUERRA?

Se estrena estos días una película con el título “De mayor quiero ser soldado”. Aún no la he visto pero se anuncia como una historia sobre las consecuencias que las imágenes violentas de la televisión y los videojuegos provocan en un chaval, llegando a convertirle en un ser fascinado por la disciplina militar y su vertiente más perversa.
Recuerdo de niño haber matado unos cuantos policías, ladrones, varios indios y algún que otro vaquero, según el bando que me tocase en el juego. Y sin embargo aquella actividad bélica no me originó ninguna querencia por lo militar ni por las actitudes violentas o asesinas, más bien todo lo contrario. Así que no comparto este tipo de lecturas que me parecen demasiado simplistas. De hecho, aún recuerdo la primera película de guerra que vi, proyectada en el colegio no sé con qué motivo, llena de japos malos, muy malos, con muchos aviones ametrallando a las fragatas y viceversa. No me sedujo en absoluto. Tanto es así que durante años el cine bélico o de guerra quedó descatalogado de mis visionados cinematográficos. Hasta que ya en época universitaria fui a ver, en pantalla gigante, “Apocalypse now”, de Francis Ford Coppola (1979). Con esta película entendí que el llamado cine bélico podía ir más allá de la simple exaltación militarista o patriótica. Podía convertirse en un gran espectáculo visual y, lo más importante, transformarse de forma paradójica en cine antibelicista planteando de forma descarnada los horrores de la guerra. 


 A partir de ese momento rebobiné y busqué otras referencias del cine bélico encontrando al menos otras dos grandes películas. “Objetivo Birmania” de Raoul Walsh (1945), rodada justo antes de la finalización de la 2ª Guerra Mundial, se sitúa, en cuanto a producción, en las antípodas de “Apocalypse Now”. Película de bajo presupuesto, rodada en un parque (dicen que Central Park de Nueva York) que simula la jungla birmana, nos presenta a través del personaje del mayor Nelson (un atípico Errol Flynn alejado de sus papeles de héroe aventurero) el ansia desnuda de la supervivencia, del regreso a casa.


Por último, una película rodada un año más tarde, “Los mejores años de nuestra vida” de William Wyler (1946) en la que no aparece ninguna escena del campo de batalla. Precisamente su historia arranca en el momento en que tres soldados estadounidenses vuelven a casa al finalizar la contienda. Y son precisamente los problemas y conflictos que se producen al retomar sus vidas cotidianas los que ofrecen el hilo argumental. Sus historias personales se van entrelazando con habilidad, incluyendo escenas de gran sensibilidad como aquella en la que la novia, tras muchas dudas internas, ayuda a vestirse al soldado mutilado. Un final estereotipado no desluce sin embargo esta maravillosa reflexión sobre los efectos de la guerra en los soldados y sus entornos sociales.


 En definitiva, dentro del amplio cajón del cine bélico o de guerra caben pequeños compartimentos que van desde el panfleto patriótico o militarista hasta el alegato antibelicista y la denuncia de los horrores y las consecuencias de estos conflictos. Veremos qué nos ofrece “De mayor quiero ser soldado”.

viernes, 21 de octubre de 2011

20 DE OCTUBRE DE 2011

Mi primera reacción, hablar con mis hijos. Para ellos, un futuro sin violencia. Mi primer recuerdo para Jose Mari, mi primo, mi amigo, que cayó por una bala asesina.
Es noche estrellada.

viernes, 14 de octubre de 2011

QUE NO TE LA DEN CON QUESO

La expresión “que no te la den con queso” proviene del mundo del vino. En los tiempos en que la gente iba a comprar el vino a las bodegas para su consumo diario se apreciaba que los vinos fueran suaves y agradables para la comida. Los vinos astringentes (ásperos, con muchos taninos) no estaban bien valorados. Los astutos bodegueros ponían un plato con queso para degustar. Con ello conseguían que la caseína del queso (proteína de la leche) se combinara con los taninos de modo que el vino siempre parecía suave. Picaresca comercial.
No sabemos si a nuestros vecinos franceses se la han dado con queso pero han vuelto a quedarse “touchés”. En 1976 la prestigiosa revista Decanter organizó en París una cata a ciegas de vinos elaborados con variedades de uva de Burdeos (cabernet-sauvignon y merlot). El resultado causó una gran conmoción: los mejores procedían de California. Para los franceses fue como perder por goleada en su propia casa. Treinta y cinco años después, esta vez en Londres, la misma revista ha anunciado los premios a los mejores vinos del mundo, y el ganador del mejor Burdeos ha sido He Lan Ping Xue Jia Bei Lan 2009. Sobra explicar la procedencia del mismo. Preparémonos para la invasión china en el mercado del vino. Cualquier día nos sorprenden con un Cha Ko Li. Agur.


jueves, 6 de octubre de 2011

VIVIENDA UNIFAMILIAR

El pasado día 3 de Octubre se celebró el Día Mundial de la Arquitectura, coincidiendo con el Día Mundial del Hábitat. Y el lema elegido para esta ocasión por la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) fue “Arquitectura y Derechos Humanos”. Según el artículo 25 de la Declaración de la ONU “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida que le asegure el acceso a la vivienda.”
Cuando como profesionales de la arquitectura nos enfrentamos al desarrollo de un proyecto de vivienda y, en concreto, al proyecto de una vivienda unifamiliar, donde tenemos una relación muy directa con el usuario final, he observado que a menudo somos incapaces de desprendernos de una serie de “tics” que nos alejan de lo que debería ser un buen servicio a nuestro cliente. Es cierto que la tipología de cliente de vivienda unifamiliar es variada y dispersa: desde el que tiene muy claro (al menos aparentemente) la vivienda que desea y llega al estudio cargado de imágenes de revistas para indicarnos que quiere una casa “como ésta”, hasta el que no sabe ni siquiera cuántos dormitorios va a necesitar. Que yo recuerde, en la Escuela de Arquitectura no tuvimos ninguna asignatura de Sicología, y algo de eso se echa en falta cuando una pareja discute acaloradamente ante nosotros por no estar de acuerdo en poner el baño dentro o fuera de la habitación. Siempre he dicho que el proyecto de una vivienda unifamiliar es el mayor reto que se le puede plantear a un arquitecto aunque a priori pueda parecer lo contrario. La implicación del cliente es tan grande y sus incertidumbres, obsesiones, ilusiones, tan amplias que convierten el desarrollo del proyecto en un proceso complejo, lleno de idas y venidas, de desalientos y a veces de desconfianzas. Y sin duda, si comparamos las horas dedicadas al mismo con los honorarios obtenidos, el que menor rendimiento económico ofrece.
Pero volvamos a nuestros “tics”. En muchas ocasiones nos olvidamos de quién es ese usuario final que, en definitiva, va a disfrutar o a “sufrir” su espacio vital. Y pretendemos suplantarlo y proyectar la casa que nos gustaría para nosotros. Evidentemente no es ese el camino, el de la imposición. El camino está en el correcto equilibrio entre los deseos, los anhelos, la forma de vida del cliente y las aportaciones que nosotros, como profesionales, seamos capaces de transmitir e inculcar a nivel estético, funcional y constructivo. No conozco a muchos colegas que tras haber proyectado una vivienda se hayan preocupado por visitarla años después para interesarse por la confortabilidad y la integración en ella de las personas que la habitan. Sería un buen ejercicio de aprendizaje.
Pero dentro de este campo de la vivienda unifamiliar existe una situación mucho más peligrosa y delirante: cuando el arquitecto es su propio cliente, cuando el arquitecto decide proyectar su propia casa. Durante años defendí la posición de que un arquitecto nunca debe proyectar su propia casa. ¿Por qué? Porque en este caso sí que resulta prácticamente imposible desprenderse de los malditos “tics”. En principio parece lo más lógico, incluso por razones monetarias, que un arquitecto acometa el diseño de su vivienda. Pero lo que conozco es que, salvo honrosas excepciones, en dichos proyectos acabamos volcando nuestras propuestas frustradas de proyectos anteriores, nuestro ideario arquitectónico, nuestra ilusión de que el proyecto se vea publicado en alguna revista especializada, de que pueda recibir incluso algún premio, que podamos explicar a las visitas porque hemos construido esta escalera que no va a ninguna parte o este doble espacio que lo único que hace es “chuparnos” calefacción en invierno. En fin, un desastre. Acabamos convirtiendo nuestra vivienda en un catálogo, en una pesadilla diría yo, eso sí, con todas las piezas perfectamente encajadas y justificadamente ubicadas.
La mejor definición de vivienda se la escuché hace años al lúcido arquitecto Saénz de Oíza cuando decía que le gustaban las casas “en las que se notaba que los muebles habían ido entrando poco a poco”. No se puede expresar mejor la idea de que una casa la tiene que ir haciendo poco a poco el que la vive, y nosotros, como agentes iniciales de ese proceso, debemos limitarnos a crear las condiciones idóneas para que ese desarrollo, ese acondicionamiento, pueda ir llevándose a cabo. O lo que es lo mismo, debemos ser humildes con nuestra labor. Salvo que nos encontremos con una compañía como la de Kim Novak en “Un extraño en mi vida” y pretendamos impresionarla con nuestro trabajo.


Hace unos años tuve la oportunidad de construirme mi casa, en contra de mi propio ideario. Con el proyecto ya avanzado las cosas se torcieron y alguna maldición me mantuvo finalmente fiel a mis principios. La frustración en aquel momento fue grande pero ahora doy gracias… a quien corresponda.

martes, 27 de septiembre de 2011

LETRAS DE CANCIONES

Cuando de chavales tarareábamos canciones en inglés de “Los Bitlels” o de “Los Rollin”, con una aproximación fonética al idioma original, poco o nada nos preocupaba en realidad lo que esa canción contaba, su letra. Nos daba igual si era una canción de amor o una canción de denuncia. De los créditos que aparecían en el disco, Words and Music, sólo nos interesaba la segunda parte. Y ni siquiera en las canciones en castellano nos deteníamos excesivamente en sus textos. Entrados en la adolescencia empezamos a tomar conciencia de que una canción podía ser algo más que una sucesión de acordes. La canción-protesta o la canción-himno de los agitados años 70-80 en España así como las canciones de amor con las que pretendíamos conquistar a nuestras chicas acompañándonos de una guitarra, nos ayudaron a entender esa dimensión y esa fuerza  de los textos.  Al fin y al cabo la letra de una canción no deja de ser un texto literario que puede abarcar cualquiera de sus géneros: relato (o micro-relato en este caso), poesía, documental, etc. Eso sí, con sus propias reglas, sus propias limitaciones que no son otras que el “encaje” que dicho texto debe conseguir con la melodía a la que va asociado. Y aquí es donde descubrimos que ese encaje no debe resultar sencillo y que incluso esa capacidad de contar tampoco es en general bien aprovechada. Os propongo un experimento que he utilizado varias veces y que me ha proporcionado resultados “sorprendentes”. Consiste sencillamente en leer la letra de una canción como si de un texto cualquiera se tratase. Conviene realizarlo en presencia de varias personas. Si al finalizar la lectura no ha habido carcajadas, muecas de asombro, risas contenidas ni siquiera leves sonrisas, entonces es que ha pasado la prueba del algodón. Pero os aseguro que en un alto porcentaje de ocasiones sucede justamente lo contrario. Puede resultar un entretenimiento divertido. Dos ejemplos para abrir boca. Francisco y su gran éxito de los años 80, Latino:

“…No es por casualidad que viva la pasión apasionadamente.
Que no pueda guardar jamás fidelidad y de ello se deduce
Que tras de una pasión no es oro en el amor todo lo que reluce.
Latino, tengo el calor de una copa de vino.”

Claro, la necesidad de las rimas y de la métrica a veces juega malas pasadas. Y qué decir cuando nos ponemos metafóricos e intentamos asociar el amor con términos marineros. Rocío Jurado desplegando todo su poderío en Amor marinero:

“…Mis brazos son las amarras de tu querer marinero.
Yo soy la bahía, tú eres el velero.
Tanto tender los celos como una red de pescar
Que se ha tragado el anzuelo caray y me tiene secuestrá.”

Bueno, tampoco hay que hacerse mala sangre. Es evidente que para muchos creadores de canciones la letra es un acompañamiento del que no se pueden desprender pero que lo sitúan en un segundo, tercer o enésimo plano por detrás de otros aspectos como la música, la puesta en escena o la imagen.

Pero llegado a este punto el cuerpo me pide, supongo que por contraste, “citar a los clásicos”. Cuando Leonard Cohen, en su canción Chelsea Hotel nº 2 nos cuenta su encuentro sexual y ocasional con Janis Joplin, no se puede describir ni contar con más intensidad en cuatro estrofas las razones de ese encuentro, los estados de ánimo, la amargura… La crudeza con la que Cohen se retrata a sí mismo cuando dice:

“…Me dijiste una vez que preferías a los hombres guapos
Pero que para mí harías una excepción.
…Somos feos pero tenemos la música.”

Y el reconocimiento final de la escasa huella que quedó en él:

“…Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel,
Eso es todo, ni siquiera pienso en ti a menudo.”

Bob Dylan retrata la sociedad de los años 60 con canciones que ya en su título reflejan la realidad de la época, The times are a-changin”, con sentencias  contundentes y estructuras repetitivas:

“…Venid padres y madres
De todo el país
Y no critiquéis
Lo que no podéis comprender
Vuestros hijos e hijas
Están fuera de vuestro control,
Vuestra antigua carretera
Está envejeciendo rápidamente.
Por favor, salid de la nueva
Si no podéis echar una mano
Porque los tiempos están cambiando.”

Tampoco es necesario cruzar el charco para encontrar auténticos “escritores” de canciones. Ojos de gata, interpretada por Los Secretos y escrita “a medias” por Enrique Urquijo y Joaquín Sabina (sobre este punto hay una rocambolesca historia) es un buen ejemplo de ello:

“…Con el quiero beber
el alcohol me acunó entre sus mantas
Y soñé con sus ojos de gata
Pero no recordé que de mí algo esperaba.
…Pero como explicar
Que me vuelvo vulgar
Al bajarme de cada escenario.”

Ayer, mientras volvía en coche a casa, sonaba en la radio una canción de la musa culé, Shakira. En condiciones normales no habría prestado atención a la letra o, incluso, habría cambiado de emisora. Pero me embriagó su voz vibrante y presté atención:

“…Suerte que heredé las piernas firmes
Para correr si un día hace falta.
Suerte que mis pechos sean pequeños
Y no los confundas con montañas…”

No sé si he heredado piernas firmes pero sí me dan ganas de salir corriendo…

martes, 20 de septiembre de 2011

PELÍCULAS ROMÁNTICAS

Casualmente, en estas dos últimas semanas he tenido oportunidad de ver, de volver a ver, tres películas a las que les une (he sido consciente de ello ahora) un tema común. Se trata de historias de amor románticas por definirlas de alguna forma. Pero aún hay más. Las tres se caracterizan por el hecho de que dichas historias de amor están protagonizadas por personas adultas, que ya han tenido relaciones pasadas (o presentes), familia, etc. Sin embargo, a las tres películas les separan bastantes años en su realización. Casualmente también el orden en que las he visto ahora ha sido inverso a su cronología.
En primer lugar he visto, en un  pase por televisión, “Los puentes de Madison” (1995), dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por él mismo y por Meryl Streep. Creo que era la tercera vez que la veía y en cada nuevo visionado esta película gana enteros para mí, cada vez descubro algo nuevo que la enriquece y la renueva. Recuerdo que cuando la vi por segunda vez, ya conocido el argumento y el desenlace de la historia, quedé fascinado por la puesta en escena de algunas secuencias como, por ejemplo, en la que el protagonista, Robert,  se encuentra en la calle bajo la lluvia, sube a su camioneta, la protagonista, Francesca, está tras él en su camioneta, con su marido, con la mano en la manilla de la puerta, dudando entre abrirla o no; el semáforo se pone en verde, la camioneta de Robert no se mueve, el marido de Francesca hace sonar el claxon, la camioneta arranca y gira hacia la izquierda y la camioneta de Francesca y su marido continúa en línea recta. Fantástico momento de tensión y lúcida metáfora de la separación de los caminos de los protagonistas. Pues bien, en este último visionado he descubierto el fuerte erotismo que se desprende en varias secuencias de la película. Erotismo perfectamente transmitido por la interpretación de Meryl Streep en un par de escenas, que cobra aún más fuerza al estar encarnado en una mujer que podríamos decir que está fuera de los cánones o arquetipos femeninos del erotismo cinematográfico. Lo cual lo hace aún más creíble y más intenso: Cuando observa su cuerpo en el espejo antes de darse un baño; y cuando está ya dentro de la bañera, observa las gotas que caen sobre ella desde la ducha y las asocia con el momento anterior en el que Robert ha estado duchándose allí mismo. Y cuando en el porche, se desabrocha el vestido y ofrece su cuerpo ardiente al viento fresco de la noche asumiendo, de alguna forma, que la pasión sexual por este hombre se ha apoderado de ella, una sencilla ama de casa en un pequeño pueblo del interior. Difícil poner en imágenes de una forma más básica y sutil a la vez el ardor pasional y la lucha interna de una mujer. Veremos qué me depara su próximo visionado.



En segundo lugar he visto “Un hombre y una mujer” (1966), película francesa dirigida por Claude Lelouch. Y debo decir que me puse a ello sin excesiva “pasión” ya que no guardaba un buen recuerdo de ella (la había visto una vez hacía ya mucho tiempo) o, mejor dicho, no guardaba apenas recuerdo de ella. Recordaba casi únicamente la empalagosa sintonía musical del “dabadabada, dabadabada”, una mala versión de una canción brasileña. Así que las expectativas no eran muy grandes y tal vez por ello debo reconocer que me he reconciliado de alguna forma con la película. En primer lugar porque la dichosa sintonía no es tan machacona como yo pensaba ya que sólo se escucha brevemente al principio y al final de la cinta. Un alivio. Y fundamentalmente porque su final, donde la historia adquiere un ritmo mucho más intenso, me ha dejado un buen sabor de boca con esa carrera en paralelo entre el coche de Jean-Louis y el tren de Anne y su reencuentro final en la estación. Hay un profundo giro de la historia, cuando ésta ya parece definitivamente cerrada, que le aporta una frescura inesperada. La presencia de la actriz Anouk Aimée también ayuda, frente a un hierático Jean-Louis Trintignant.



Por último, “Breve Encuentro” (1945), dirigida por David Lean y protagonizada por Celia Johnson y Trevor Howard. Una arenilla en un ojo, un cruce de miradas y el Piano Concerto nº 2 de Rachmaninoff. Así empieza una de las historias de amor más bellas del cine. Siempre he admirado la capacidad de directores como David Lean para pasar de las grandes superproducciones (El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago) a las películas intimistas o a la inversa, sin perder un ápice de intensidad narrativa. Esta película es “redonda” se mire por donde se mire: argumento, interpretación, puesta en escena, simbolismo de los espacios y elementos donde se desarrolla (la estación de ferrocarril, entre nubes de vapor y golpes de sirena; el puente utilizado en su simbología básica, de encuentro entre dos orillas antes separadas y que vuelve a aparecer en el último día que pasan juntos…), utilización de la elipsis, de las miradas. Las palabras con las que Laura, la protagonista, empieza a narrar su historia la relacionan de forma directa con la de Francesca en “Los puentes de Madison”: “no sabía que algo tan intenso pudiera pasarle a una mujer corriente”. Y no cabría imaginarse, al menos para mí, un final diferente. Y este me parece que es un bonito debate: ¿final feliz?, ¿final infeliz? En este caso se puede interpretar como final feliz desde el punto de vista conservador de la sociedad americana de la época: triunfa el concepto de familia frente a opciones disolutas. Pero también se puede ver como final no feliz desde la visión puramente “romántica” o pasional de la que el espectador se ha podido ir impregnando a lo largo de la cinta. 




A mí es un tema que me interesa, que incluso me divierte. Reconozco que cuando salgo de ver algunas películas entiendo que habrían resultado mejores (para mí, claro) cambiando el desenlace final hacia una resolución menos feliz o al menos más ambigua o abierta. Cuando estamos hablando de historias románticas la cuestión básicamente se resuelve entre “chico se queda con chica” o “chico no se queda con chica” (o viceversa). Pues bien, aquí tenemos tres ejemplos de tres buenas películas románticas con desenlaces diferentes. En “Breve Encuentro” “chico no se queda con chica”, en “Un hombre y una mujer” sí, y en “Los puentes de Madison” no, pero con matices, ya que la carta que recibe al final la protagonista plantea una situación intermedia, en la que la historia de amor ha pervivido de alguna manera a lo largo del tiempo. Y curiosamente, la reacción que provoca la historia de Francesca en sus hijos, separación en ella y reafirmación de la relación en él, también abre ambas vías de final feliz o no. Y todo esto viene a cuento de que gente de mi entorno me “acusa” de que prefiero, por sistema, películas con final no feliz. Y casi me lo he llegado a creer. Pero no es cierto. Reconozco que más de una película me ha dejado un mal sabor de boca al entender que un final “no feliz” habría mejorado notablemente la historia, la habría hecho más verosímil. Eso es todo. De todas formas, insistiendo en la ambigüedad del término y en lo que para cada uno puede ser o no un “final feliz”, con un ejemplo muy claro creo que conseguiré salvarme de la hoguera: la última película de Woody Allen, “Medianoche en París” tiene final feliz… y me ha gustado mucho.

ARQUITECTURA TRANSPARENTE

Leo en la prensa: “Santander hace sitio al legado de Botín. El banquero presenta el proyecto del nuevo centro de arte proyectado por Renzo Piano. Con una inversión de 62 millones de euros el complejo, que dirigirá Vicente Todolí, alzará sobre la bahía dos edificios transparentes y una larga pasarela.”
Más adelante se insiste en la apariencia en este caso “translúcida” de los volúmenes y se vuelve a hacer hincapié al final de la noticia en las “fachadas acristaladas que dotarán de transparencia a los edificios” que, a su vez, se definen como construcciones “sutiles”.
La arquitectura transparente no existe, salvo en el subconsciente de bienintencionados arquitectos. El planteamiento de arquitectura transparente como aquella que tiene la cualidad de pasar desapercibida, de no alterar el paisaje, es sólo eso, un planteamiento, tal vez un deseo, que entra en directa contradicción con la propia esencia del hecho arquitectónico que no es otro que el de transformar el paisaje precisamente. Y no es casual que en el mismo reportaje de prensa se reconozca en otro párrafo que la nueva edificación “va a alterar el perfil de la bahía de Santander”. Lógico, no podía ser de otra manera en un edificio de más de 6.000 metros cuadrados de superficie, salvo que se acudiese al mago David Copperfield, experto en hacer desaparecer aviones y edificios. Así que de transparente, nada.
Nos empeñamos en asociar arquitectura acristalada con arquitectura ligera, transparente, casi invisible. Y la realidad construida nos pone continuamente delante de nuestras narices este error de concepto. Pero seguimos insistiendo. Con las maquetas y, sobre todo, las vistosas infografías que realizamos para presentar los proyectos nos engañamos a nosotros mismos y creemos que nuestro edificio construido va a ser capaz de mantener a pies juntillas los atributos, texturas y transparencias que las herramientas del Photoshop o el programa de turno ha puesto a nuestra disposición en el proceso de diseño.
Un ejemplo reciente. Las torres del arquitecto japonés Arata Isozaki en Bilbao (Isozaki Atea) también se presentaron como unos prismas transparentes, casi etéreos, en los que, por lo visto, ni los núcleos de escalera, ni las camas de los dormitorios, ni las bañeras de hidromasaje de los baños iban a ser capaces de alterar esa supuesta “invisibilidad”. Pues bien, pasen y vean: un muro cortina de vidrio, eso sí, pero más opaco que los muros de la catedral de Santiago.
Ya he comentado en otras ocasiones que esto de “vender” los proyectos (al cliente, al político, a la ciudadanía…) no es fácil. Yo mismo reconozco que he vendido las curvas de una cubierta como un “reflejo de los montes circundantes”, o una ordenación relativamente aleatoria de huecos de ventana como la “simulación de un pentagrama”. Son juegos de magia que utilizamos para obtener el beneplácito de nuestro público e incluso para proporcionar argumentos que el propio cliente luego pueda utilizar. Pero a algunos de estos juegos se les empieza a descubrir el truco. ¿No resultaría ridículo gastar 62 millones de euros en algo que no se ve? Estoy seguro que Botín no lo permitiría.
Así que insisto, la arquitectura, como la carne de burro, no es transparente.