sábado, 19 de diciembre de 2015

EN BUSCA DE LOS ALISIOS (2)


Estos días se cumplen diez años de aquel viaje. Y puedo caer en la tentación de decir aquello de que “aquel viaje marcó mi vida…dejó una huella imborrable…hubo un antes y un después…” No sé hasta qué punto en mi caso pueden ser ciertas esas afirmaciones. Lo que sí es cierto es que con la edición de este documental he vuelto a disfrutar de mi primera travesía atlántica. Y ahí lo voy a dejar, no quiero ponerme ñoño.

Este trabajo se lo debía a mis compañeros de travesía y, aunque “con unas cuantas lunas de retraso”, aquí está. Cuando embarqué en el NUI con mi cámara a cuestas no llevaba ningún guion preparado, no sabía realmente lo que me esperaba allí afuera. Así que fui grabando imágenes y sonido de forma intuitiva, sin pensar en el resultado final. Eso sí, descubriendo la dificultad de hacerlo sobre algo que no para de moverse, con un viento que sopla a menudo y con un océano que salpica agua salada.

Y ahora me ha tocado unir todos esos fragmentos e intentar construir una parte, al menos, de aquella historia. Las más de cinco horas de grabación se han quedado en poco menos de una. Y esa labor de síntesis, de recortes (en el buen sentido) siempre resulta difícil y dolorosa, pero necesaria (ya nos hemos tragado todos demasiados vídeos interminables e infumables de vacaciones, bodas y demás zarandajas).
Una vez más tengo que agradecer la generosidad de The Godoys Wonderers al aportar la canción de cierre, que resume muy bien lo que fue aquel viaje:

“the sea has been just like my mum,
living with fishes,
surrounded by nature,
breathing fresh air grew up.
We are one, we are one”.

Y quiero felicitar a Santi Vega, que nos acompañó en la primera parte del viaje (con su guitarra), por su reciente nominación a los Premios Goya gracias a su banda sonora para la película “El teatro del más allá”.

Soy consciente de que el estreno de “En busca de los alisios” coincide con el de la séptima entrega de “Star Wars”. Lo siento por George Lucas y los suyos. Ellos tendrán el halcón milenario pero nosotros siempre tendremos el NUI. Que la fuerza y los buenos vientos (echo-november-echo) os acompañen.

La película:


Y la versión reducida, el tráiler, para los que cincuenta y ocho minutos de cine sean demasiados:




jueves, 3 de diciembre de 2015

CANCIONES HIMNO.


No soy de “canciones himno”. Así, sin chorradas. Pero, por otra parte, soy incapaz de definir ese término. Pues vaya un comienzo. El caso es que a veces escucho un tema musical y pienso: “Es una canción himno”. Pero no consigo encontrar un denominador común a todas ellas, sus señas de identidad. Por dar alguna pista, no me refiero a composiciones que han nacido con esa voluntad de “himno de algo” sino a otras que, con orígenes diversos y a través de caminos a veces inescrutables, han llegado a dotarse de esa condición, indefinible para mí. Para salir del atolladero voy a recurrir a algunos ejemplos.

“Dirty old town”, pequeño tema compuesto en 1949 para cubrir el entreacto de una obra de teatro, hacía referencia a la suciedad de una ciudad inglesa, Salford. Tras un recorrido sinuoso, incluida su interpretación por el grupo The Pogues, acabó convirtiéndose en himno de la música folk irlandesa.

“Another brick in the wall” es una canción compuesta por el grupo Pink Floyd en 1979 para su álbum (y película) “The Wall”. Una metáfora de los traumas que el protagonista va experimentando a lo largo de su vida que acaba transformándose en himno contra la educación represiva. (Para mí, uno de los temas más insoportables de este grupo británico).

“You’re never walk alone” recoge las palabras de un padre hacia su hijo en una intimista canción compuesta en 1949 que el propio Elvis Presley interpretó años después. Y que ha acabado como himno entonado por los hooligans en varios estadios de fútbol.

Lalara, Lalara la-la, Lalara, “Lepoan hartu ta segi aurrera”, canción himno del ideario independentista vasco popularizada por intérpretes como Pantxo eta Peio o R.I.P. en su versión más ácida, tiene su origen en la melodía de una antigua marcha militar.

¿Ínfulas de trascendencia, tono épico, composiciones con vocación tribal? Podrían ser algunas de sus características definitorias. Pero los ejemplos nos indican que estas canciones himno no han nacido como tales sino que se han convertido en temas de exaltación colectiva por razones diversas. Y, como decía al principio, me interesan poco, musicalmente hablando. Pero, como casi siempre, hay excepciones.

En 2005 Iván Ferreiro (ex-miembro de Los Piratas) compone, al alimón con su hermano Amaro, “Turnedo”, un tema para su primer disco en solitario que pronto se convierte en canción himno. No sé si del amor, del desamor, de las playas… Y graba este sencillo pero extraordinario videoclip:


Unos años más tarde hace una versión en la que, curiosamente, el cierre instrumental de la canción original se convierte ahora en la introducción, en esta colaboración con Xoel López (entre gallegos anda el juego). Con un argumento lúcido (porque las canciones también tienen letra) y un final demoledor:

“¿Quién no tiene el valor para marcharse?
¿Quién prefiere quedarse y aguantar?
Marcharse y aguantar.”