domingo, 30 de junio de 2013

EL PANTEÓN DE ROMA

Interior

Cuando me preguntan cuál es mi película favorita mi respuesta es del tipo: “hay un puñado de ellas”; “depende de la época y del momento”; “hay unas que envejecen bien y otras no tanto”… Vamos, que no consigo mojarme. Algo parecido puede ocurrir con mi canción o mi libro favorito. Sin embargo, a la pregunta de cuál es mi edificio preferido respondo sin pestañear: “El Panteón de Roma”. Y he dado la misma respuesta, también sin pestañear, desde hace tres décadas.

Planta

Mi idilio con el Panteón de Roma (o Panteón de Agripa) se inició en la escuela de arquitectura a través de una asignatura de primer o segundo curso que, si no recuerdo mal, se denominaba Análisis de Formas Arquitectónicas. Y en ella me tocó destripar (medir, dibujar, despiezar, analizar…) este edificio. Y de ese trabajo surgió un amor platónico al ir descubriendo su geometría perfecta, su lucidez y sus ocultos alardes constructivos, su equilibrio entre la solidez estructural y la ligereza del espacio interior, casi etéreo…

Alzado / Sección

En mi primera visita a Roma, cómo no, lo visité. Y ese amor platónico se transformó en amor carnal al poder tocar sus paredes, pisar su suelo, quedar embriagado por su atmósfera interior. Acabé de comprender aún mejor algunas de sus claves constructivas y quedé absorto al pensar que este edificio había sido construido ¡diecinueve siglos atrás! En una entrada anterior de este blog he hablado sobre “la insoportable levedad de la arquitectura actual”, y sobre el valor que le asigno a la buena construcción, a la durabilidad y la solidez de las edificaciones. Y ahí seguía el Panteón, intacto.

Cada vez que he vuelto a Roma ha sido una visita obligada. Y lo seguirá siendo. En la última, el globo que tenía un niño entre sus manos decidió escapar y ascendió lentamente hasta atravesar el óculo superior de la cúpula y fundirse con el cielo azul romano. Una preciosa metáfora de la fusión entre el hombre, la arquitectura y la naturaleza que quedó grabada en mi retina. No es el más grande, ni el más espectacular, ni el más lujoso. Pero es, para mí, el mejor. Y gracias a él sigo pensando que, de mayor, quiero ser arquitecto.



domingo, 23 de junio de 2013

ASCENSIÓN AL MONTE ARMAÑÓN (22/06/2013)

Casi de forma milagrosa el cielo se abrió por la mañana y la meteorología nos brindó un paréntesis perfecto entre la lluvia y el frío para nuestra jornada montañera. Socios fundadores y nuevos fichajes (mascota incluida) en el equipo sudamos un poquito y cumplimos nuestro objetivo. Seguiremos explorando nuevas rutas.



1. Piano, piano…




2. “Cuernos-manivela”




3. Armañón al fondo




 
4. Enif ¡campeona!



 
5. Agüita fresca



 
6. Dejando atrás el valle de Trucíos-Turtzioz



 
7. Cruce de caminos



8. Aprendiendo a volar



9. ¡Ay que no paso!



10. En la cumbre del Armañón




11. El valle de Carranza-Karrantza




12. ¡Menudos pájaros!




13. Reponiendo fuerzas



14. Once pies… y una pata



15. “Me enamoré de una vaca”



16. Ermita y coso taurino en Cueto



17. Casa montañesa



18. Pozo barroco



19. ¡Bon apétit!




20. Surtido-degustación de postres

jueves, 13 de junio de 2013

UNA MUJER DEBE PONERSE UN VESTIDO ROJO AL MENOS UNA VEZ EN LA VIDA

Últimamente se han puesto de moda los títulos largos, tanto de películas como de libros. He decidido subirme al carro con el título de esta entrada. Es una frase que de repente ha aparecido esta mañana en mi cabeza al levantarme, de forma tan absurda como machacona. Y como le pasó a Paul McCartney con “Yesterday” (salvando las distancias, claro) no sé si es de creación propia o no. Más bien sospecho que no, pero me la apropio. Además creo que podría incluso dar nombre a una película. Me explico.

En 1953 Marilyn Monroe protagonizó “Niágara”, película con la que se consagró y se convirtió en el icono que todos conocemos. No es, ni de lejos, su mejor interpretación, pero una sola escena fue suficiente para potenciar todo su magnetismo: el color rojo de su vestido extendido al lápiz de labios sirvió para barrer de la pantalla a otra actriz, Jean Peters, mucho más hermosa incluso sin maquillaje. Sin duda la belleza serena de Jean Peters habría triunfado en la época del blanco y negro pero tuvo la mala suerte de coincidir con el rojo vivo del technicolor.

Mientras luce ese vestido rojo Marilyn entona una canción titulada “Bésame”. Esto es lo que ha quedado en nuestro subconsciente y apenas recordamos la auténtica trama de cine negro que recorre la película.


En ese mismo año, 1953, en el que es considerado por muchos como el mejor musical de la historia, “Melodías de Broadway 1955”, una deslumbrante Cyd Charisse nos ofrece su brindis al amor embutida en un vestido rojo de lentejuelas del que destacan sus infinitas piernas. Imposible no quedarse hipnotizado siguiendo sus vigorosos movimientos. Película que contagia el entusiasmo, la alegría de vivir, el enamoramiento. Viendo la escena inicial del paseo por el parque he llegado a la conclusión de que lo más importante para que una pareja funcione es que aprendan a caminar juntos.


Ya en 1989, una pletórica Michelle Pfeiffer se sube a un piano de cola para ofrecernos un número sensual y fascinante en la romántica y agridulce “Los fabulosos Baker Boys”, una película infravalorada, sin duda. Vestida de rojo carmesí, claro. Imposible no caer rendido. Una maravillosa historia de amores, fracasos y temores contada con elegancia, donde finalmente los protagonistas optan por una vida sin sobresaltos, sin problemas, prefiriendo una línea recta a una discontinua.


Cuando aparece un vestido rojo pasa algo, se desencadena una historia, alguien contiene la respiración, en el cine y en la vida. Por eso creo que… una mujer debe ponerse un vestido rojo al menos una vez en la vida.


 

miércoles, 5 de junio de 2013

SALIDA AL MONTE (4): MONTE ARMAÑÓN

Los Jorrios (847 m.) y Armañón (854 m.) son las cumbres más destacadas del cordal que separa el valle de Trucíos-Turtzioz del valle de Karrantza, dentro del Parque Natural Peña Ranero-Los Jorrios-Armañón. Una zona de interés medioambiental con gran variedad de especies animales y una importante masa forestal de bosque autóctono. En las amplias laderas del monte Armañón pastan vacas monchinas, ovejas de cara negra, pottokas… También es un área poblada de monumentos megalíticos. Desde su cima se divisa un amplio panorama de esta comarca encartada.

Situación

La salida está programada para el sábado 22 de Junio, coincidiendo prácticamente con el cambio de estación (aunque la primavera casi no la hemos olido este año). El recorrido parte del barrio trucense de Cueto, a 245 m. de altura. En este pequeño núcleo urbano podremos admirar alguna pequeña joya del patrimonio arquitectónico de los siglos XVII-XVIII: Palacio de Tueros, pozo barroco, ermita de Santa Isabel y coso taurino, casas montañesas. La ascensión es suave y se realiza a través de senderos y pistas en buenas condiciones. Tras un repecho final se accede a la cima del Armañón (854 m.) donde se encuentra el vértice geodésico y el buzón alpino.

Recorrido

Monte Armañón

En cuanto al grado de dificultad, se trata de una ascensión cómoda ya que, aunque la altura de la cumbre es de 854 m., partimos de una altitud de 245 m. a través de un recorrido sin dificultades. Así que a todos los que os apetezca disfrutar de esta ruta os animo a que os acerquéis a Islares, punto de encuentro. Desde ahí nos desplazaremos hasta el barrio de Cueto en Trucíos-Turtzioz donde iniciaremos la ascensión. Al terminar, y para no perder las buenas costumbres, habrá viandas para reponer fuerzas.


Datos técnicos

-       Fecha de salida: Sábado 22 de Junio, a las 9.00 h.
-       Lugar de salida: Urbanización El Oasis, Islares (junto a la gasolinera), Castro Urdiales. Desplazamiento en vehículo hasta Cueto (20 km.).
-       Desnivel: 609 metros.
-       Recorrido: 12 kilómetros aprox.
-       Duración: 3 horas y 30 minutos (ida y vuelta).