martes, 27 de agosto de 2013

CELEBRACIONES

Cuando hace casi un par de años fui objeto (que no víctima, ya que fue muy especial por venir de quien venía) de una fiesta sorpresa con motivo de mi cincuenta cumpleaños (¡vaya!, acabo de descubrir mi edad) pensé que el ciclo vital de las grandes celebraciones se había cerrado por un tiempo. Bautizos, primeras comuniones, bodas, nacimientos, alguna fiesta sorpresa, cincuenta cumpleaños. Me había librado por pelos de las bodas de plata, no tenía a nadie de mi entorno en edades casaderas y por tanto el panorama se presentaba ya despejado. Craso error.

Porque resulta que hay algún que otro chalado por ahí que decide volver a casarse. Con un par. Y otros que celebran con alborozo la llegada de un nuevo retoño del que podrían ser sus abuelos. La vida continúa y los saraos, ¿por qué no?, también. Podríamos pensar que en algún caso es un tema cultural que nos resulta ajeno, como la celebración de la muerte en países como México. Pero también es cuestión de imaginación, de ganas de poner una sonrisa más en nuestro rostro. O de negocio.

Si hasta ahora la ruptura matrimonial o el divorcio eran una desgracia ya podemos encontrar en la Wikipedia un término que revierte esta situación, “divorce parties”, que se define como “la ceremonia que celebra el final de un matrimonio o unión civil. Puede involucrar a un miembro de la pareja o a ambos”. Importante este último apunte, pero claramente tiene mucho más interés la celebración “sin”, en la que puedes incluir la tarta de parejas rota por la mitad, novios que explotan y saltan por los aires convertidos en confeti, pasteles con inscripciones de merengue con la palabra “libertad”… ¡Qué desparrame! No me estoy inventando nada. Ya hay empresas organizadoras de eventos que trabajan este campo y parece que esta industria va viento en popa, habiendo crecido un 30% en los últimos tres años.

Y las mujeres tienen un motivo más de celebración. Aquella en la que la contraseña para entrar es: “¿Hace calor aquí o estoy menopáusica?” Según el protocolo oficial la homenajeada debe vestir de rojo (ya decía yo en una entrada anterior de este blog que cuando una mujer se pone un vestido rojo pasan cosas…) y debe sonar la música de Red Hot Chili Peppers. A partir de ahí lo que a cada una se le ocurra, incluido el lanzamiento o la quema de tampones, dejando oficialmente atrás la edad fértil.

En definitiva, unas fiestas con las que, aparte de divertirse, uno trata de pasar página a una etapa de su vida y dar la bienvenida a otra que puede ser tan gratificante e intensa, o incluso más, que la anterior. Así que no lo dudéis, poner una celebración en vuestras vidas, seguro que encontráis un motivo por absurdo que os parezca. Lo importante es pasarlo bien e ir renovando nuestro entusiasmo y nuestra alegría. Si no, ¿para qué estamos en esta jodida vida?


Yo ya estoy barruntando mi próxima celebración, no quiero perder el tren. Tendréis noticias.

martes, 13 de agosto de 2013

GUERRAS Y EXOESQUELETOS


Leo una noticia titulada “El soldado perfecto”. Comienza dando detalles sobre un mecanismo, artilugio o similar que aumenta de forma considerable las capacidades físicas de los soldados estadounidenses, el exoesqueleto. Un esqueleto exterior acoplado al cuerpo que dota de una mayor fuerza y resistencia a los ¿afortunados? que lo portan.
Asimismo, y a través de un acuerdo entre una prestigiosa universidad y el gobierno estadounidense, este último aporta una importante cantidad de dólares para que los científicos de dicho centro investiguen y desarrollen fórmulas y productos que complementen las capacidades de dichos soldados perfectos: aguantar muchas más horas sin dormir, sin comer, sin tener relaciones sexuales… Un chollo, vamos.

Nada más leer la noticia me vienen a la cabeza imágenes de una de las películas que mejor ha recogido la locura de la guerra, Apocalypse Now, de la que ya he hablado en este blog, en una entrada titulada “Películas ¿de guerra?”. Aquella absurda guerra de Vietnam en la que se sumergieron los estadounidenses, tecnología armamentística frente a naturaleza hostil, aviones supersónicos echando napalm frente a lanzas y machetes, de la que, sin embargo, salieron derrotados y con graves secuelas sicológicas en un gran número de combatientes. Precisamente porque, como expresa uno de los protagonistas de Platoon (otra interesante película basada en estos acontecimientos) empezaron a surgir en los soldados las dudas, el porqué de aquella guerra, de aquel enemigo invisible, qué estaban haciendo realmente allí. Y cuando un soldado se cuestiona su misión, de una forma o de otra puede darse por muerto.

Cuesta creer que las cifras de bajas fueran de 58.000 estadounidenses frente a 3.500.000 vietnamitas y que, aun así, éstos ganaran la guerra. Cuando hablamos de estas cifras perdemos la dimensión del drama que estas pérdidas suponen. Nos afecta más una muerte con nombres y apellidos, con fotografía y con una historia conocida que 3.500.000 muertos en una guerra. Para estos casos he desarrollado un mecanismo nada original: empiezo a contar 1, 2, 3, 4, 5… Cuando voy por el 50 me doy cuenta de lo que queda para llegar a la cifra total y empiezo a tomar conciencia de la magnitud del drama. Y cada muerto tiene su nombre y apellidos, su foto, su familia, su historia.

Dicho esto me sorprende, o quizás debería decir me indigna, que la guerra siga marcando la agenda investigadora de científicos y universidades. En alguna ocasión he escuchado que la locura de la guerra no es un episodio aislado al que ciertos hombres se ven arrastrados sino que la pulsión de matar es algo inherente a la condición humana. Me cuesta creerlo. Pero es lo que hay. El corazón de las tinieblas, la barbarie de la guerra, sigue aquí.