martes, 1 de agosto de 2017

TRES MEJOR QUE DOS: LA BELLEZA DE LO IMPAR


Tenía la fotografía de la bodega en la pantalla del ordenador: buena iluminación, buen encuadre, la textura y el color de la pared en el punto adecuado, las dos barricas recortadas en un primer plano… pero algo fallaba, algo que no conseguía identificar. Había comprado una botella de vino tinto en esa misma bodega. La descorché, me serví una copa y tomé un sorbo. Sus taninos me dieron de inmediato la respuesta: faltaba una tercera barrica en la composición.

Me inicié en la literatura infantil con “Los Siete Secretos”. Después llegaron Julián, Dick, Ana, Jorge y Tim, “Los Cinco”. Y por último llegaron las aventuras de “Los Tres Investigadores”. No sé si estas primeras lecturas tuvieron que ver en algo que he descubierto recientemente, mi predilección por lo impar. Repasando fotografías, composiciones artísticas e incluso películas he comprobado que siempre ha estado latente ese “cariño especial” por el tres, el cinco o el siete frente a sus compañeros pares.

Indagando un poco sobre el tema resulta que no he descubierto la pólvora, ni mucho menos. Algunos manuales de fotografía ya hablan sobre “la regla de los impares”, una pauta compositiva según la cual las imágenes con elementos impares son más atractivas, más dinámicas. En sicología también se ha detectado el efecto de belleza especial que produce en nuestras mentes un número impar de elementos. En matemáticas se considera a los impares como números más “volátiles”, más imprevisibles y, por tanto, con un mayor grado de fascinación. También en música se utilizan cinco líneas como base del pentagrama sobre el que se van desarrollando las notas de una composición.


Pero aún hay más. En el cine generalmente las historias y las acciones ganan en intensidad cuando se pasa de dos a tres personajes. Lo podemos comprobar en esta secuencia de “Perdición” (“Double Indemnity”. Billy Wilder, 1944) donde la aparición del personaje interpretado por Bárbara Stanwyck hace surgir una composición triangular llena de tensión y dramatismo (la música también ayuda):


Si acudimos a la cultura japonesa el tema ya alcanza cotas insospechadas, a lo largo de sus amplias tradiciones: hay celebraciones especiales para el tercer, quinto y séptimo cumpleaños de un niño; la poesía clásica está compuesta de tres o cinco unidades de cinco o siete sílabas; se usa un número impar de flores en un arreglo floral, un número impar de rocas en un jardín tradicional… En definitiva, se considera que los números impares son de mejor augurio que los pares.

Así que, en efecto, sea por búsqueda de un equilibrio inestable, sea por rechazo de lo armonioso, sea por algún lejano ancestro japonés… a esta fotografía le falta una barrica. Tres mejor que dos. Y ahora alguien podrá preguntarme: entonces en las relaciones afectivas ¿trío mejor que pareja? Mejor escalera de color.