jueves, 28 de marzo de 2013

PREMIOS COAVN 2013


El Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro concede cada tres años los premios que llevan su nombre a los trabajos que, a juicio de un jurado compuesto por profesionales de la arquitectura, han sido los mejores realizados dentro de su demarcación. Los premios se conceden a los siguientes apartados: Edificación residencial, Edificación dotacional, Edificación industrial, Rehabilitación y restauración, Interiorismo, Planeamiento urbanístico, Diseño urbano y paisajismo, Diseño, Cultura arquitectónica.

Este último apartado, el de Cultura arquitectónica, recoge los trabajos realizados en torno al estudio, investigación, análisis y difusión de la arquitectura. Los trabajos seleccionados en esta edición han sido:
-       “La arquitectura de Aizpurua y Labayen”, del arquitecto José Ángel Medina Murúa.
-       “Oda a la fábrica abandonada”, del arquitecto Iñaki Uriarte Palacios.
-       “Colección Fortificaciones de Pamplona”, del arquitecto José Vicente Valdenebro García.
-       “El proyecto de arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Las pruebas de examen de los aspirantes vascos 1766-1855”, del arquitecto José Laborda Yneva.
-       “Bilbao arquitectura / architecture. Libro + Plano guía”, de los arquitectos Francisco Javier y Bernardo I. García de la Torre.


En 1991 (ya ha llovido) nuestro trabajo “Manuel María de Smith e Ibarra Arquitecto. Catálogo y Exposición” también fue distinguido con estos premios. Así que podemos decir que ahora se cierra un ciclo o, mejor aún, se inicia o se ha iniciado ya una nueva etapa.

Las diferencias sustanciales entre aquel trabajo y éste son, por un lado, que a finales de los 80 iniciábamos esta actividad dentro de la cultura arquitectónica (que no hemos abandonado en estos más de veinte años) y por tanto la ilusión era nuestro mayor activo y la inexperiencia nuestra mayor carencia. Y ahora, la ilusión sigue intacta y la experiencia nos proporciona más herramientas pero también nos eleva el nivel de exigencia. Y por otro lado, que en aquellos primeros trabajos contábamos con la “cobertura” económica de patrocinadores institucionales y sin embargo en este último trabajo nos hemos decantado por nuestra propia iniciativa privada y profesional. Cada fórmula tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como es lógico.

Y sin duda la mayor satisfacción de este trabajo de investigación y difusión de la arquitectura de Bilbao está ahí, en haber sido capaces de sacar el proyecto adelante con nuestros propios medios, demostrándonos que, incluso en los tiempos que corren, la iniciativa privada es posible y la cultura no tiene que estar siempre bajo el paraguas de las ayudas institucionales. Hay otros caminos. Hay vida más allá de la cultura subvencionada. Y la mejor prueba de ello es que de nuestro libro se publicará en breve la segunda edición, y andamos “sumergidos” en un nuevo proyecto del que también esperamos salir a flote.  Así que pronto llegará otro miembro a la gran familia de nuestras bibliotecas. Nos da igual si es niño o niña, le vamos a querer lo mismo.





domingo, 17 de marzo de 2013

VERSIONES DE CANCIONES


Hace unos días, regresando a casa en el coche, empezó a sonar en la radio una canción que captó mi atención desde los primeros compases. Era una canción nueva pero, sin embargo, había en ella algo reconocible. Al avanzar el tema pude comprobar que se trataba de una versión de “Walk on the wild side”, de Lou Reed. Una antigua canción pero, a la vez, una canción nueva.

Durante algún tiempo llegué a considerar las versiones de canciones como un subproducto musical de intérpretes sin creatividad, que se aprovechaban del talento de otros para sacar tajada. Poco a poco fui cambiando de opinión. Y distinguiendo entre lo que considero una interpretación y lo que considero una versión. En la primera se trata de ajustarse en lo posible al tema original sin aportación alguna. En la segunda, la que a mí me interesa, descubres una canción nueva en la que sin embargo se mantiene, de alguna forma, la esencia de la canción original. Y el listado de versiones que me llevó a cambiar de opinión es enorme y sería imposible recogerlo aquí.

Ahora mismo me viene a la cabeza, por ejemplo, la versión que hizo Enrique Morente del “Aleluya” de Leonard Cohen llevado, claro está, a su terreno, el flamenco. Te pone los pelos de punta. Miles Davis tampoco le hizo ascos a tomar composiciones de otros y destriparlas a ritmo de jazz convirtiendo, por ejemplo, la voz de Cindy Lauper en el sonido particular de su trompeta en la sobrecogedora “Time after time”. Pero años atrás se había atrevido con Walt Disney, dando unas cuantas vueltas de tuerca a “Someday my prince will come”, el tema central de la película de animación “Blancanieves y los siete enanitos”. ¡Casi nada!, magia pura. Y un caso extremo es el de Bob Dylan, del que podríamos decir que se versionea a sí mismo, y cada vez que interpreta una de sus canciones la va transformando hasta hacerla casi irreconocible.

Contaba Paul McCartney que un día, al levantarse de la cama, sonaba insistentemente en su cabeza una melodía. No le resultaba conocida pero dudaba de que fuera una composición propia que hubiese surgido mientras dormía. Pensaba que tal vez la había escuchado en algún momento y se le había quedado grabada como una versión. Para asegurarse, durante unas semanas la fue cantando a todas las personas con las que coincidía. Nadie la reconoció. Finalmente fue al estudio  y grabó la melodía: “Yesterday”, uno de los grandes éxitos de The Beatles y una de las canciones que más versiones ha tenido en toda la historia de la música.

En definitiva, la creatividad puede estar apoyada en trabajos ajenos y llegar incluso, en algún caso, a superar el original. Y eso sí es meritorio. Así que, volviendo al comienzo, dos perlas sonoras sobre el “Walk on the wild side”: La irreverente (y sin embargo espiritualmente fiel) versión de Albert Plá y el ritmo de swing de Pink Turtle. Dos variaciones sobre un mismo tema.



domingo, 10 de marzo de 2013

REHABILITACIÓN DE EDIFICIOS (1)


Se han iniciado recientemente las obras de rehabilitación de la iglesia de Santa María, en Castro Urdiales, templo gótico construido entre los siglos XIII-XIV. Una actuación en apariencia lógica y razonable dentro de la labor de protección y conservación de nuestro patrimonio arquitectónico.

Me he interesado por el contenido del Plan Director, que es el documento que, tras un análisis pormenorizado de la edificación, emite un diagnóstico y establece un plan de trabajo sobre las obras que han de llevarse a cabo. Y me he encontrado con algunas consideraciones que me han hecho reflexionar. Del estudio se derivan, básicamente, las siguientes conclusiones:
Primera: el lugar elegido para la construcción de la iglesia, por su exposición a los vientos y su cercanía al mar, no era adecuado.
Segunda: Sus cimientos no se apoyaban sobre un terreno firme, provocando problemas de estabilidad.
Tercera: Su estructura no estaba bien trazada (en aquella época no se podía hablar de “cálculo” en sentido estricto) en relación a su tamaño.
Cuarta: El material elegido para su construcción (tipo de piedra) no poseía la dureza suficiente para soportar las agresiones del entorno físico señalado anteriormente.
Quinta: Algunos elementos ornamentales incorporados aumentaron aún más su debilidad constructiva.

En definitiva, si nos atenemos a estas conclusiones podríamos afirmar que nos encontramos ante un proyecto con una clara calificación de suspenso en su diseño y ejecución. ¿Cuáles son por tanto las cualidades  que la han hecho merecedora de su calificación como Bien de Interés Cultural y de una importante inversión económica para su rehabilitación? ¿El hecho de que se trata de una construcción de estilo gótico? Esa cualidad se la proporciona de forma automática su fecha de construcción, ya que el gótico era el estilo imperante en aquel momento. Pero ya hemos visto que sus características se inclinan claramente en la balanza hacia el platillo de la mala calidad constructiva en su sentido más amplio. Por tanto, ¿es suficiente la antigüedad de una construcción para justificar su protección? Mi respuesta es no. Y sé que muchas personas no estarán de acuerdo con esta afirmación. Creo que, por mi trayectoria en la protección del patrimonio y en proyectos de rehabilitación, no soy sospechoso de mantener una actitud radical de destrucción de nuestro pasado arquitectónico, pero también creo que no todo es recuperable, que solo la fecha de su construcción no avala la “prórroga” indefinida de un edificio.

Quizás sea más razonable, en algunos casos, permitir una muerte digna que empeñarnos en una recuperación imposible (en el caso de la iglesia de Santa María hay mucho que sustituir y poco que recuperar) y temporal de, al menos, aquellos edificios que nacieron ya con carencias de diseño y de ejecución. Pero si alguien encuentra valores que inclinen la balanza en el otro sentido, estoy dispuesto a escuchar.

viernes, 1 de marzo de 2013

RECUERDOS


A raíz de una entrada reciente de este blog, “Huellas gastronómicas”, una persona que había estado presente en uno de esos perdurables recuerdos, el cabrito de Ponferrada concretamente, me apuntó que no fui yo quien degustó ese plato en aquella ocasión, sino ella. Y como no tengo argumentos para refutarlo asumo que así fue en realidad y que sus comentarios y su disfrute los asumí yo como propios.

Esto me lleva a pensar en el tema de los recuerdos y de su carácter manipulable, por decirlo de alguna forma. Tengo ejemplos muy claros de que, al menos en mi caso y a medida que pasa el tiempo, los recuerdos sufren, por un lado, una selección o discriminación. Uno se va quedando con aquellos que inconscientemente le siguen aportando algo y se va desprendiendo de aquellos otros que le entorpecen o le incordian. Pero, por otro lado, sucede algo que me parece aún más interesante: la modificación de los recuerdos, convirtiéndolos en una mezcla de realidad y ficción en porcentajes variables. Y nos vamos alimentando, por tanto, de algo que nosotros mismos hemos ido construyendo parcialmente a lo largo de los años.

Decía que tenía ejemplos. Con uno será suficiente. Al rememorar los inicios de una relación personal había datos que concordaban y sin embargo otros que diferían sustancialmente. Teníamos versiones algo diferentes ¿Uno de los dos se equivocaba? ¿Uno de los dos mentía? Probablemente los dos nos equivocábamos. O mejor aún, ninguno estaba equivocado. Había una realidad común, pero cada uno había aportado su porcentaje de ficción de forma diferente, personal. Y de esta manera ese recuerdo lo llevábamos grabado con matices propios. Mecanismos de nuestra mente al fin y al cabo.

Gabriel García Márquez expresaba muy bien esta idea en la siguiente frase:

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.

Va un paso más allá aún, al reconocer que cuando contamos nuestros recuerdos todavía podemos dar una vuelta de tuerca más a la ficción que se encuentra en ellos. En definitiva, los recuerdos van cambiando  con nosotros (porque cambiamos ¿verdad?) y con nuestros relatos.