El monte Serantes (451 m. de altitud) se
sitúa en la orilla izquierda de la desembocadura del río Nervión o ría de
Bilbao, espacio que conocemos como “El Abra”.
La ruta, organizada por nuestra compañera
Teresa, la iniciamos en un puente que no necesita presentación, y que une los
municipios de Getxo y Portugalete. Mañana fría pero soleada. Avanzamos hasta
Santurtzi, localidad de tradición pesquera, e iniciamos la aproximación a las
estribaciones del Serantes. Hay varias rutas posibles de ascensión y, en este
caso, optamos (casi sin querer) por la más corta y exigente: todo para arriba,
como las cabras. En poco más de hora y media estábamos disfrutando de la
magnífica panorámica que se observa desde su cumbre.
El descenso nos llevó de nuevo a la noble
villa de Portugalete, donde recuperamos líquidos, y completamos la jornada,
tras cruzar la ría en el histórico gasolino, con un tradicional cocido de “tres
vuelcos” (sopa, garbanzos y carnes).
En resumen, un cómodo recorrido de algo menos
de quince kilómetros en nuestra primera salida invernal.
Fotografía de Marta R.
Al fondo nuestro objetivo
¡Menuda zancada!
Ya sabemos lo que es El Abra ¿no?
Tradición y modernidad
Fotografía de Marta R.
Fotografía de Marta R.
"Despega como puedas"
El mejor recogepelotas
El fotógrafo en plan... Sin más
¡Que circule ese queso!
¡Ay cómo se mueve!
Punto y seguido
Pinchando sobre cualquiera de las fotografías
se abre la galería de imágenes.
Una
de las mejores entrevistas que he escuchado jamás tuvo como protagonista, al
final de su trayectoria profesional, al cineasta John Ford. El mérito no fue precisamente (o quizás sí) de su
entrevistador, el también director de cine Peter
Bogdanovich, que se afanaba en intentar extraer de su entrevistado las
claves más profundas de su obra cinematográfica.
P.B.:
Señor Ford, su visión del Oeste es cada
vez más melancólica, si comparamos por ejemplo “Caravana de paz” con “El hombre
que mató a Liberty Valance”. ¿Se había dado cuenta?
J.F.:
No.
P.B.:
Ahora que se lo comento, ¿quiere decir
algo al respecto?
J.F.:
No sé a qué se refiere.
P.B.:
Señor Ford, ¿diría que en “Fort Apache”
la moraleja era que el ejército era más importante que el individuo?
J.F.:
¡Corten!
Sin
duda el sabio y huraño Ford en estado
puro. Un Ford que nunca mostró
interés alguno en hablar de su cine, en explicar ni analizar sus películas. Ya
serían otros los que se ocuparían de elucubrar, interpretar y decidir por qué
su cine era así y no de otra manera, llegando a conclusiones incluso contradictorias
en muchos casos.
En
los tiempos que corren, por el contrario, parece que los propios artistas y
creadores de diferentes ámbitos (cine, literatura, música, artes plásticas…) se
empeñan en explicar y justificar sus propias creaciones, convirtiéndose, de
alguna forma, en sus propios entrevistadores, dirigiendo o predisponiendo al
espectador ante sus obras, eliminando el factor sorpresa o la capacidad de
emocionar o sugerir que toda obra artística debería poseer por sí misma. Y esos
creadores dedican más energías (demasiadas, diría yo) a convertirse en guías
espirituales, en divulgadores y voceros culturales de sus propias obras. Y
cuando eso sucede, cada vez de forma más habitual, me pongo en guardia, recelo
de la capacidad creativa real de esas personas.
Estos
días disfruto, gracias a la generosidad de los Reyes Magos, de la escucha de un
disco grabado en 2016, con motivo de la despedida de un grupo de música de
nuestra tierra, Oskorri, tras
cuarenta y cinco años de trayectoria profesional. Nunca me he parado a analizar
y diseccionar sus canciones. Tampoco he escuchado de ellos explicaciones
metafísicas ni filosóficas sobre su trabajo. Pero han sido y son muy buenos, los
mejores, un escalón o dos por encima del resto. Sólo hay que dejarse llevar por
su música. Que si son grandes intérpretes, que si fusionan de forma magistral
tradición y modernidad, que si son exquisitos músicos en directo, que si… Como
diría John Ford… ¡corten!
Conocemos los edificios de nuestra ciudad.
Unos más, otros menos. En algún caso algo de su historia, de su estilo, de la
época en que fueron construidos. Incluso de sus cambios de uso. Pero en pocos
casos sabemos quiénes han sido sus arquitectos, los profesionales que han
realizado esos proyectos, que han diseñado su forma, su funcionalidad y su
manera de construirlos.
En Bilbao han empezado a sonar algunos
nombres recientemente, con motivo del “desembarco” de las grandes firmas
internacionales que han intervenido en una parte del proceso de regeneración
urbana de la ciudad a partir de los años 90 del siglo XX: Gehry, Foster, Siza…
Y sin embargo desconocemos a los auténticos artífices de nuestra ciudad, del
nuevo Bilbao que empezó a gestarse a finales del siglo XIX y que se desarrolló
de forma paralela a la etapa industrial de la comarca, hasta finales del siglo
XX.
Visualizar su rostro, conocer algo de su
trayectoria, de sus ideas y de sus inquietudes personales es uno de los caminos
que proponemos para entender, comprender y valorar nuestro entorno urbano.
Detrás de cada edificio hay una idea, una intención, un esfuerzo creativo, unos
dibujos… con el fin último de que presten servicio a los que habitamos la
ciudad. Empezamos el camino con estos “siete magníficos”, pero hay muchos más.