miércoles, 20 de diciembre de 2017

EDIFICIOS CRUJIENTES


Caminaba temprano por la ciudad, con los primeros rayos de sol colándose entre las ramas de los árboles, cuando escuché un extraño crujido. Miré a mi alrededor pero no conseguí identificar su origen. El ruido, seco y súbito, se iba multiplicando y convirtiéndose en chasquidos, como si algo se desgarrase o se quebrase. Pero seguía sin saber de dónde provenía. Empecé a inquietarme. De pronto sonó mucho más cercano, alcé la vista y percibí, estupefacto, el origen de aquel quejido matutino: la fachada del edificio que tenía a mi lado.

Hasta ese momento tenía conocimiento de la existencia de edificios inteligentes (espabilados diría yo), de arquitecturas parlantes (o parlanchinas), de construcciones transparentes o bioclimáticas (que nunca lo son)… pero era la primera noticia que tenía sobre la existencia de esta nueva tipología, los “edificios crujientes”.

La explicación técnica es muy sencilla, y obedece a esa propiedad física denominada “dilatación”: esos primeros rayos de sol incidían sobre una fachada totalmente revestida de piezas metálicas que, debido a su alto coeficiente de dilatación, respondían a ese aumento de temperatura con un inesperado sonido. ¿O ruido?

Me pregunto si el arquitecto responsable de esta edificación previó esta circunstancia en su proyecto y la incorporó de forma premeditada para dotar de vida propia a esa fachada, con una capacidad extraordinaria de respuesta ante los agentes ambientales externos, en este caso los cambios de temperatura. Me pregunto también si las personas que habitan esas viviendas comulgan con el planteamiento del proyectista y disfrutan de ese sonido madrugador cual si del canto de unos pájaros se tratase. Y me pregunto, por último, si este edificio, crujiente por fuera, será tierno y esponjoso por dentro. Todo es posible.

Dilatación térmica: aumento de longitud, volumen o alguna otra dimensión métrica que sufre un cuerpo físico debido al aumento de temperatura que se provoca en él por cualquier medio. 

viernes, 1 de diciembre de 2017

MAMIHLAPINATAPAI

Algunos viajes son rebeldes, van trazando su propio itinerario, más allá del que se haya planificado. Y esa rebeldía los hace únicos. En aquel viaje buscábamos el mítico Cabo de Hornos, y lo encontramos. Pero también encontramos a Robin. Y a Cristina.

Y así las velas de nuestro barco fueron empujadas por los vientos de tres historias diferentes, pero con un elemento en común, el mar. Y cada una de ellas podría tener su propio título: “Navegando por Cabo de Hornos”; “Regata de titanes”; “El final de un pueblo”. Pero nos quedamos con esta palabra, casi impronunciable: MAMIHLAPINATAPAI.

Vídeo: