martes, 27 de septiembre de 2011

LETRAS DE CANCIONES

Cuando de chavales tarareábamos canciones en inglés de “Los Bitlels” o de “Los Rollin”, con una aproximación fonética al idioma original, poco o nada nos preocupaba en realidad lo que esa canción contaba, su letra. Nos daba igual si era una canción de amor o una canción de denuncia. De los créditos que aparecían en el disco, Words and Music, sólo nos interesaba la segunda parte. Y ni siquiera en las canciones en castellano nos deteníamos excesivamente en sus textos. Entrados en la adolescencia empezamos a tomar conciencia de que una canción podía ser algo más que una sucesión de acordes. La canción-protesta o la canción-himno de los agitados años 70-80 en España así como las canciones de amor con las que pretendíamos conquistar a nuestras chicas acompañándonos de una guitarra, nos ayudaron a entender esa dimensión y esa fuerza  de los textos.  Al fin y al cabo la letra de una canción no deja de ser un texto literario que puede abarcar cualquiera de sus géneros: relato (o micro-relato en este caso), poesía, documental, etc. Eso sí, con sus propias reglas, sus propias limitaciones que no son otras que el “encaje” que dicho texto debe conseguir con la melodía a la que va asociado. Y aquí es donde descubrimos que ese encaje no debe resultar sencillo y que incluso esa capacidad de contar tampoco es en general bien aprovechada. Os propongo un experimento que he utilizado varias veces y que me ha proporcionado resultados “sorprendentes”. Consiste sencillamente en leer la letra de una canción como si de un texto cualquiera se tratase. Conviene realizarlo en presencia de varias personas. Si al finalizar la lectura no ha habido carcajadas, muecas de asombro, risas contenidas ni siquiera leves sonrisas, entonces es que ha pasado la prueba del algodón. Pero os aseguro que en un alto porcentaje de ocasiones sucede justamente lo contrario. Puede resultar un entretenimiento divertido. Dos ejemplos para abrir boca. Francisco y su gran éxito de los años 80, Latino:

“…No es por casualidad que viva la pasión apasionadamente.
Que no pueda guardar jamás fidelidad y de ello se deduce
Que tras de una pasión no es oro en el amor todo lo que reluce.
Latino, tengo el calor de una copa de vino.”

Claro, la necesidad de las rimas y de la métrica a veces juega malas pasadas. Y qué decir cuando nos ponemos metafóricos e intentamos asociar el amor con términos marineros. Rocío Jurado desplegando todo su poderío en Amor marinero:

“…Mis brazos son las amarras de tu querer marinero.
Yo soy la bahía, tú eres el velero.
Tanto tender los celos como una red de pescar
Que se ha tragado el anzuelo caray y me tiene secuestrá.”

Bueno, tampoco hay que hacerse mala sangre. Es evidente que para muchos creadores de canciones la letra es un acompañamiento del que no se pueden desprender pero que lo sitúan en un segundo, tercer o enésimo plano por detrás de otros aspectos como la música, la puesta en escena o la imagen.

Pero llegado a este punto el cuerpo me pide, supongo que por contraste, “citar a los clásicos”. Cuando Leonard Cohen, en su canción Chelsea Hotel nº 2 nos cuenta su encuentro sexual y ocasional con Janis Joplin, no se puede describir ni contar con más intensidad en cuatro estrofas las razones de ese encuentro, los estados de ánimo, la amargura… La crudeza con la que Cohen se retrata a sí mismo cuando dice:

“…Me dijiste una vez que preferías a los hombres guapos
Pero que para mí harías una excepción.
…Somos feos pero tenemos la música.”

Y el reconocimiento final de la escasa huella que quedó en él:

“…Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel,
Eso es todo, ni siquiera pienso en ti a menudo.”

Bob Dylan retrata la sociedad de los años 60 con canciones que ya en su título reflejan la realidad de la época, The times are a-changin”, con sentencias  contundentes y estructuras repetitivas:

“…Venid padres y madres
De todo el país
Y no critiquéis
Lo que no podéis comprender
Vuestros hijos e hijas
Están fuera de vuestro control,
Vuestra antigua carretera
Está envejeciendo rápidamente.
Por favor, salid de la nueva
Si no podéis echar una mano
Porque los tiempos están cambiando.”

Tampoco es necesario cruzar el charco para encontrar auténticos “escritores” de canciones. Ojos de gata, interpretada por Los Secretos y escrita “a medias” por Enrique Urquijo y Joaquín Sabina (sobre este punto hay una rocambolesca historia) es un buen ejemplo de ello:

“…Con el quiero beber
el alcohol me acunó entre sus mantas
Y soñé con sus ojos de gata
Pero no recordé que de mí algo esperaba.
…Pero como explicar
Que me vuelvo vulgar
Al bajarme de cada escenario.”

Ayer, mientras volvía en coche a casa, sonaba en la radio una canción de la musa culé, Shakira. En condiciones normales no habría prestado atención a la letra o, incluso, habría cambiado de emisora. Pero me embriagó su voz vibrante y presté atención:

“…Suerte que heredé las piernas firmes
Para correr si un día hace falta.
Suerte que mis pechos sean pequeños
Y no los confundas con montañas…”

No sé si he heredado piernas firmes pero sí me dan ganas de salir corriendo…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca me había parado a pensar mucho en esto. Pero tienes razón. He repasado algunas canciones conocidas y alucinas con las letras. Gracias por "abrirme los oídos".