viernes, 3 de octubre de 2014

VOLAR Y SER INVISIBLE

Volar y ser invisible. Los deseos más anhelados por el ser humano. Si los sueños son, de alguna manera, una proyección de nuestros anhelos, es cierto que en mi caso la sensación de volar aparece en algunos de ellos, de los pocos que recuerdo. Y es una sensación muy física, muy real. Tanto es así que en más de una ocasión me he despertado sudoroso y con una sensación de vértigo y de mareo tras un vuelo veloz y acrobático. Los aterrizajes son mi punto débil. Y en mis paseos montañeros me quedo absorto observando los vuelos majestuosos de las águilas y de los buitres, envidiando su capacidad para planear manteniéndose durante largo tiempo colgados del cielo. Sí, me gustaría poder volar.

Sin embargo lo de ser invisible no lo veo. Me parece que responde más a intenciones maliciosas, a ver sin ser visto, a espiar, a una actitud de cobardía. A pesar de las buenas acciones de la mujer invisible en “Los 4 fantásticos”. Pero, por otro lado, esto de la invisibilidad parece darse de bruces con una de las grandes tendencias sociales actualmente en boga en el territorio virtual. Hace unas semanas recibí una invitación para que este blog participara en una especie de revista de blogs digital. Por la calidad de sus contenidos, según sus promotores. Tras agradecer la propuesta planteé una ingenua cuestión: ¿Qué contrapartida recibo yo a cambio? La respuesta fue inmediata: Te damos “visibilidad”. No sé a cuánto cotiza esta nueva moneda, la visibilidad. Entonces, y según esto, parece mejor ser visible que invisible. Tu éxito depende de que tengas un gran número de seguidores o de amigos o de comentarios en la red. Y sin embargo, por otro lado, la invisibilidad sigue siendo uno de los mayores anhelos del ser humano. Me he perdido.

Leo en el periódico que se está probando un prototipo que va a suponer un gran avance en temas de defensa (o de ataque) nacional. Un dron que vuela a baja altitud y que, a su vez, es invisible para los radares. O sea que cumple las dos premisas iniciales. ¿Querrá esto decir que los seres humanos acabaremos convirtiéndonos en drones? ¿Máquinas programadas para verlo todo y a todos bajo el manto de la invisibilidad? Ahora que tengo unos binoculares (antes llamados prismáticos, antes llamados catalejos) cuando vea sobre mi cabeza un ser volador me afanaré en observar con detalle sus evoluciones para intentar mejorar mi técnica, al menos en mis sueños. El tema de la visibilidad-invisibilidad lo tengo que digerir un poco más.

Pero mientras reflexiono sobre deseos y anhelos he decidido rechazar la invitación… de momento. Nadie es perfecto.


Epílogo. Antonio López ha tardado veinticuatro años en realizar el retrato de la familia real. A Richard Linklater le ha llevado doce años rodar su película “Boyhood”. Algo menos ha sido el tiempo que he dedicado a plasmar mi última creación artística:

 “Mujer invisible volando sobre fondo blanco”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante esa dualidad visibilidad-invisibilidad. No me parece contradictorio. A veces nos apetece mostrarnos y exponernos y otras veces preferimos ocultarnos bajo ese manto de invisibilidad. Supongo que dependerá del estado de ánimo.

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Probablemente sea como tú dices, comentarista "invisible", que en esta ocasión has preferido no mostrarte.