domingo, 23 de diciembre de 2012

SOLSTICIO DE INVIERNO


La Tierra gira sobre sí misma alrededor de un eje que no es perpendicular a la órbita que sigue el planeta en torno al Sol. El eje se aparta de la perpendicularidad en 23.5 grados, y está orientado de manera que apunta al mismo lugar del cielo con independencia de la posición que ocupe la Tierra en su órbita anual.

En un lado de la órbita el hemisferio norte, en el que nos encontramos, está inclinado hacia el Sol produciéndose los días largos y calurosos del verano boreal. Medio año más tarde la Tierra se halla en el extremo opuesto de su órbita y el hemisferio norte queda entonces inclinado hacia la dirección opuesta al Sol, los días se hacen cortos y fríos y el Sol se levanta poco en el cielo: es el invierno boreal en el que acabamos de entrar. En esta posición, la energía solar incide de forma muy inclinada en la atmósfera de nuestro hemisferio y se dispersa sobre un área extensa, con lo que disminuye su potencia calorífica. El 21 de Diciembre ha marcado por tanto el solsticio de invierno para nosotros (y el solsticio de verano para quienes se encuentran en el hemisferio sur).

Hecha la explicación astronómica de forma simplificada (el tema da mucho más de sí  atendiendo a los distintos calendarios, ciclos temporales, correcciones etc.) lo cierto es que el significado o interpretación de este evento ha variado en las distintas culturas del mundo pero casi todas lo reconocen como un período de renovación y renacimiento que, habitualmente, trae consigo festivales, rituales y otras celebraciones. Sitios arqueológicos como Stonehenge o Nueva Grange fueron cuidadosamente dispuestos y alineados apuntando a la salida y a la puesta del sol del solsticio de invierno respectivamente. Por tanto, ya en el Neolítico y en la Edad de Bronce tenían conciencia de este hecho y lo reconocían con sus construcciones.

La importancia del solsticio de invierno para las comunidades se basaba en que éstas iban a ser privadas de muchas cosas durante el invierno y por tanto era el momento de acumulación de víveres y sacrificios de animales. Los festivales y celebraciones en la noche más larga del año van encaminados a la petición de la floración perenne, la iluminación, la comunión con el prójimo. En definitiva, terapias culturales dirigidas a evitar el malestar y reavivar el espíritu.

Así que, como el fin del mundo no ha llegado, agitemos el conocimiento y reiniciemos nuestro reloj interno para este nuevo ciclo que acaba de comenzar.

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