sábado, 15 de septiembre de 2012

TRAVESÍA ATLÁNTICA 2012 (3)


Coordenadas: 38º30’44.59’’N / 35º32’03.13’’W


Estos últimos días han sido duros. Sabes que te van a tocar, que más pronto o más tarde el mar te va a recordar quién es el que manda aquí. Pero aun así conservas la esperanza de tener, por una vez, una navegación plácida durante toda la travesía. La esperanza ya se ha desvanecido. Nos ha pasado una borrasca por encima con vientos fuertes y mar muy revuelta. Las consecuencias: todo el día mojado casi sin quitarte el traje de agua, comiendo mal, durmiendo peor y sin un momento de descanso. Hasta actividades triviales se convierten en pequeñas odiseas. No voy a entrar en detalles. La primera noche de tormenta fue de zafarrancho total porque navegábamos con buen tiempo, viento favorable con el spy montado (la vela en forma de globo para vientos de popa) y en cinco minutos cambiaron bruscamente las condiciones y tuvimos que ponernos a la tarea. Estas maniobras se complican aún más por la noche y la vela acabó en el agua y con una pequeña rotura. Así que tocará zurcir.

Es en estos momentos cuándo piensas ¿y qué hago yo aquí?, ¿quién me manda meterme en estas historias? Recuerdo que cuando le preguntaron a un conocido himalayista por qué subía a los montes respondió: “Porque están ahí”. Probablemente no hay respuesta más racional y algo parecido ocurre aquí. Es la llamada del mar. O la sientes o no la sientes. Y punto. Al fin y al cabo yo soy un mero aficionado y navegante ocasional que entre travesía y travesía hago una vida, digamos, estándar. Pero hay quienes han hecho del mar su estilo de vida, su vida en realidad, y conviven con tormentas y otras contingencias como los demás convivimos con una avería en el motor de nuestro coche o una caladura porque no hemos sacado el paraguas. Reconozco que son de una pasta especial y gracias a su templanza y fortaleza en situaciones críticas salimos adelante sin mayores dificultades. (Creo que la tormenta me ha afectado algo y me ha revuelto alguna neurona: menudo rollo me acabo de largar). Por cierto, cada vez son más las mujeres que se incorporan a este mundo de la navegación.

Calma antes de la tormenta

Pero antes de la crisis tuvimos días buenos que incluso nos permitieron darnos un baño acogiéndonos a nuestra maltrecha situación higiénica. Amarrados al barco por la popa y disminuyendo la velocidad nos fuimos sumergiendo en las, todavía, cálidas aguas del océano. La verdad es que impresiona pensar que en ese momento tienes miles de metros de agua por debajo de ti. Al menos a mí se me pusieron… de corbata. Un par de minutos y ya.

También pescamos los primeros dorados (no es la dorada que conocemos en España). Tienen una carne muy sabrosa. Cuando mueren, una vez pescados, su piel cambia de color pasando del amarillo dorado al azul verdoso.

Los primeros dorados

Hoy han hecho su aparición los delfines, lo cual nos ha levantado el ánimo. Han estado acompañándonos un buen rato, jugueteando con el barco. Les encanta cruzar una y otra vez por la proa. Parece como si nos quisieran anunciar que lo peor ha pasado. Así debe ser ya que también ha hecho su aparición algún pájaro, lo que indica que nos estamos aproximando a tierra firme, a las islas Azores. Sí, las del anticiclón del hombre del tiempo. Cosa que ahora no entiendo muy bien porque por aquí lo mismo pasan los anticiclones que las borrascas.

Delfines cruzando la proa

A partir de ahora tendremos que extremar la vigilancia porque entramos en una zona de tránsito de cetáceos, sobre todo ballenas azules y cachalotes. Y preferimos, por nuestra seguridad, que estén muy, muy lejos del barco. 



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande tiene que ser la recompensa para que merezca la pena tanto esfuerzo. Intento imaginar cómo tienes que sentirte, pero seguro que no me acerco ni un poquito.

Ánimo.

Teresa.

Anónimo dijo...

Hola, soy un aficionado a la navegación que sigo tu travesía. Nunca he hecho un viaje de este tipo. Me gustaría saber si seguís utilizando métodos tradicionales de navegación o sólo el GPS. Y cómo se lleva lo de estar tantos días sin ver tierra.

Luis.

Amaia Ballesteros dijo...

Jo, en mitad del océano en la Tormenta Perfecta... ¡qué miedo!

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Precisamente, Teresa, la recompensa no es otra que el viaje en sí mismo. Y el esfuerzo la hace más intensa.
Luis, intentaré responder más adelante a tus preguntas.
Amaia, espero que la Tormenta Perfecta se quede en el cine.

Anónimo dijo...

Empiezo a entender. Y me gusta.

Teresa.