Coordenadas: 38º30’44.59’’N / 35º32’03.13’’W
Estos
últimos días han sido duros. Sabes que te van a tocar, que más pronto o más
tarde el mar te va a recordar quién es el que manda aquí. Pero aun así
conservas la esperanza de tener, por una vez, una navegación plácida durante
toda la travesía. La esperanza ya se ha desvanecido. Nos ha pasado una borrasca
por encima con vientos fuertes y mar muy revuelta. Las consecuencias: todo el
día mojado casi sin quitarte el traje de agua, comiendo mal, durmiendo peor y
sin un momento de descanso. Hasta actividades triviales se convierten en
pequeñas odiseas. No voy a entrar en detalles. La primera noche de tormenta fue
de zafarrancho total porque navegábamos con buen tiempo, viento favorable con
el spy montado (la vela en forma de
globo para vientos de popa) y en cinco minutos cambiaron bruscamente las
condiciones y tuvimos que ponernos a la tarea. Estas maniobras se complican aún
más por la noche y la vela acabó en el agua y con una pequeña rotura. Así que
tocará zurcir.
Es en estos
momentos cuándo piensas ¿y qué hago yo aquí?, ¿quién me manda meterme en estas
historias? Recuerdo que cuando le preguntaron a un conocido himalayista por qué subía a los montes
respondió: “Porque están ahí”. Probablemente
no hay respuesta más racional y algo parecido ocurre aquí. Es la llamada del
mar. O la sientes o no la sientes. Y punto. Al fin y al cabo yo soy un mero
aficionado y navegante ocasional que entre travesía y travesía hago una vida,
digamos, estándar. Pero hay quienes han hecho del mar su estilo de vida, su
vida en realidad, y conviven con tormentas y otras contingencias como los demás
convivimos con una avería en el motor de nuestro coche o una caladura porque no
hemos sacado el paraguas. Reconozco que son de una pasta especial y gracias a
su templanza y fortaleza en situaciones críticas salimos adelante sin mayores
dificultades. (Creo que la tormenta me ha afectado algo y me ha revuelto alguna
neurona: menudo rollo me acabo de largar). Por cierto, cada vez son más las
mujeres que se incorporan a este mundo de la navegación.
Calma antes de la tormenta
Pero antes
de la crisis tuvimos días buenos que incluso nos permitieron darnos un baño
acogiéndonos a nuestra maltrecha situación higiénica. Amarrados al barco por la
popa y disminuyendo la velocidad nos fuimos sumergiendo en las, todavía,
cálidas aguas del océano. La verdad es que impresiona pensar que en ese momento
tienes miles de metros de agua por debajo de ti. Al menos a mí se me pusieron…
de corbata. Un par de minutos y ya.
También
pescamos los primeros dorados (no es la dorada que conocemos en España). Tienen
una carne muy sabrosa. Cuando mueren, una vez pescados, su piel cambia de color
pasando del amarillo dorado al azul verdoso.
Los primeros dorados
Hoy han
hecho su aparición los delfines, lo cual nos ha levantado el ánimo. Han estado
acompañándonos un buen rato, jugueteando con el barco. Les encanta cruzar una y
otra vez por la proa. Parece como si nos quisieran anunciar que lo peor ha
pasado. Así debe ser ya que también ha hecho su aparición algún pájaro, lo que
indica que nos estamos aproximando a tierra firme, a las islas Azores. Sí, las
del anticiclón del hombre del tiempo. Cosa que ahora no entiendo muy bien
porque por aquí lo mismo pasan los anticiclones que las borrascas.
Delfines cruzando la proa
A partir de
ahora tendremos que extremar la vigilancia porque entramos en una zona de
tránsito de cetáceos, sobre todo ballenas azules y cachalotes. Y preferimos,
por nuestra seguridad, que estén muy, muy lejos del barco.
5 comentarios:
Grande tiene que ser la recompensa para que merezca la pena tanto esfuerzo. Intento imaginar cómo tienes que sentirte, pero seguro que no me acerco ni un poquito.
Ánimo.
Teresa.
Hola, soy un aficionado a la navegación que sigo tu travesía. Nunca he hecho un viaje de este tipo. Me gustaría saber si seguís utilizando métodos tradicionales de navegación o sólo el GPS. Y cómo se lleva lo de estar tantos días sin ver tierra.
Luis.
Jo, en mitad del océano en la Tormenta Perfecta... ¡qué miedo!
Precisamente, Teresa, la recompensa no es otra que el viaje en sí mismo. Y el esfuerzo la hace más intensa.
Luis, intentaré responder más adelante a tus preguntas.
Amaia, espero que la Tormenta Perfecta se quede en el cine.
Empiezo a entender. Y me gusta.
Teresa.
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