A
raíz de una entrada reciente de este blog, “Huellas gastronómicas”, una
persona que había estado presente en uno de esos perdurables recuerdos, el cabrito de Ponferrada concretamente,
me apuntó que no fui yo quien degustó ese plato en aquella ocasión, sino ella.
Y como no tengo argumentos para refutarlo asumo que así fue en realidad y que
sus comentarios y su disfrute los asumí yo como propios.
Esto
me lleva a pensar en el tema de los recuerdos y de su carácter manipulable, por
decirlo de alguna forma. Tengo ejemplos muy claros de que, al menos en mi caso
y a medida que pasa el tiempo, los recuerdos sufren, por un lado, una selección
o discriminación. Uno se va quedando con aquellos que inconscientemente le
siguen aportando algo y se va desprendiendo de aquellos otros que le entorpecen
o le incordian. Pero, por otro lado, sucede algo que me parece aún más
interesante: la modificación de los recuerdos, convirtiéndolos en una mezcla de
realidad y ficción en porcentajes variables. Y nos vamos alimentando, por
tanto, de algo que nosotros mismos hemos ido construyendo parcialmente a lo
largo de los años.
Decía
que tenía ejemplos. Con uno será suficiente. Al rememorar los inicios de una
relación personal había datos que concordaban y sin embargo otros que diferían
sustancialmente. Teníamos versiones algo diferentes ¿Uno de los dos se
equivocaba? ¿Uno de los dos mentía? Probablemente los dos nos equivocábamos. O
mejor aún, ninguno estaba equivocado. Había una realidad común, pero cada uno había aportado su porcentaje de ficción de forma diferente, personal. Y
de esta manera ese recuerdo lo llevábamos grabado con matices propios.
Mecanismos de nuestra mente al fin y al cabo.
Gabriel
García Márquez expresaba muy bien esta idea en la siguiente frase:
“La vida no es la que uno vivió,
sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.
Va
un paso más allá aún, al reconocer que cuando contamos nuestros recuerdos todavía
podemos dar una vuelta de tuerca más a la ficción que se encuentra en ellos. En
definitiva, los recuerdos van cambiando con
nosotros (porque cambiamos ¿verdad?) y con nuestros relatos.
6 comentarios:
Yo aún diría más. A veces llegamos a construir o inventar nuestros propios recuerdos y al final nos acabamos creyendo que son reales. Un poco como manual de autoayuda. Tampoco creo que sea malo.
Sabía que iba a leer que el estupendo cabrito de Ponferrada me lo comí yo. He repetido tantas veces en los ( casi) 25 años que han pasado lo bueno que estaba, que te has apropiado de ese recuerdo. Tampoco esta mal.
Al fin te has decidido. Así me gusta. O sea que 25 años ¿eh? Se me hace mucho.
Será que se te ha pasado el tiempo muy rápido, a mí también, pero piensalo.... abril del 1988
A ver si inventan un disco duro externo donde meter todos los recuerdos antes de que se borren :)
Aunque esto podría ser peligroso...
¿Has visto la miniserie "Black Mirror"? El capítulo "Toda tu historia"...
http://www.canaltnt.es/serie/black-mirror/1/3/toda-tu-historia
En un futuro alternativo las personas pueden guardar cada momento vivido en una cápsula insertada en sus cabezas y revivirlos con un mando a distancia.
Vi ese capítulo y me pareció muy interesante, pero también muy peligroso, como se demostraba en el desenlace. No sé si no es más "amable" que sigamos construyendo parcialmente nuestros recuerdos, un poco a nuestra medida.
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