domingo, 15 de abril de 2012

LA ANSIEDAD POR EL ESTATUS

“Al lado de un buen coche siempre hay una buena chica”.
(Eslogan de campaña de promoción)

Estatus: m. Posición que una persona ocupa en la sociedad o dentro de un grupo social.

Concesionario nº 1.
-Pues vaya cambio ¿no?
Este fue el comentario de la mujer morena con el pelo ordenadamente desordenado (¿o desordenadamente ordenado?) que intentaba convencerme de las virtudes de su marca cuando supo que mi intención era cambiar mi vehículo actual por otro más pequeño.
-¿Me habrías dicho lo mismo si el cambio hubiera sido a la inversa, de un coche pequeño a uno más grande?
Abrió aún más sus enormes ojos azules, dudó un momento y finalmente respondió:
-Supongo que no.

Concesionario nº 2.
-¿Qué coche tienes ahora?
-Un xxxx.
-Ah! Y quieres complementarlo con un utilitario, claro.
El hombre calvo, alto y desgarbado llevaba un rato intentando “llevarme al huerto” explicándome sobre una hoja de cálculo las posibilidades de financiación que ofrecía su marca. Y repetía continuamente “¿entiendes, entiendes?”
-Pues no, lo que quiero es cambiar de coche.
-Ah!, es que tienes otro, claro.
Empezaba a sacarme de mis casillas.
-No, no tengo otro. Quiero cambiar éste y punto. ¿Entiendes, entiendes?

Por supuesto que no entendía. No entendían que ahora no necesitaba un coche grande. Porque en nuestra sociedad estamos viviendo una cierta “ansiedad por el estatus” que vinculamos directamente a símbolos como el vehículo, que deja de ser un mero elemento utilitario para convertirse en un termómetro de nuestro éxito personal. Los negocios, la moda, los deportes, son hoy en día los campos que marcan dicho estatus y sufrimos de forma permanente esa ansiedad, esa angustia ante la posibilidad de bajar algún escalón. ¿Qué van a decir mis amigos, mis vecinos, mi cuñada…? Decía Gore Vidal en relación a esto que “cuando un amigo triunfa algo muere dentro de mí.” Frase durísima pero tal vez no muy alejada de la realidad. Así nos va.

¿Qué a quién le compré el coche al final? No me pude resistir a esos ojos azules.
No os precipitéis, no he dicho de qué color eran los ojos del hombre alto, calvo y desgarbado.

2 comentarios:

Amaia Ballesteros dijo...

Mi tren de Muskiz es más grande que tu coche, jejeje :P

Bernardo I. García de la Torre dijo...

No lo dudo. Además el transporte público es un buen antídoto contra algunos de los males de la "ansiedad por el estatus". Lo que no sé es si el tren viene con buen/a chico/a...