viernes, 3 de agosto de 2018

CARLES Y OWEN (1)



Si el verano pasado hablé de Silvia y Juana como dos descubrimientos simultáneos en el mundo de la música algo similar me ha ocurrido estos últimos meses, en este caso con dos hombres, Carles y Owen. A lo que hay que añadir un paralelismo más, También en el caso de Carles, como en el de Silvia, ha sido más bien un redescubrimiento.

Volví a saber de Carles Santos, de quien había perdido la pista hace ya unos años, por la noticia de su fallecimiento, hace unos meses. Noticia que no ocupó más allá de unas pocas líneas en algún medio de comunicación. Tenía 77 años.

Carles Santos nació en Castellón. A los cinco años ya tocaba el piano y con veinte empezó a dar conciertos, convirtiéndose en un pianista virtuoso lo que, sin duda, le habría permitido desarrollar una extraordinaria carrera profesional. Pero su espíritu inquieto le llevó a trasladarse a Estados Unidos donde conoció a John Cage, que marcó su actitud y su futuro artístico. Y de pianista virtuoso pasó a artista polifacético y vanguardista, siempre con propuestas innovadoras y sorprendentes: compositor, intérprete, guionista y director de cine y teatro, escultor, fotógrafo… Pocas facetas del mundo del arte escaparon a su frenética actividad durante más de cinco décadas.

Por ejemplo, de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 todos recordamos la actuación a dúo de Montserrat Caballé y Freddie Mercury pero pocos saben que la composición y dirección del espectáculo musical de ese mismo acto estuvo a cargo de Carles Santos.

A pesar de haber recibido numerosos premios y condecoraciones, tanto en el campo de la música como en el de los espectáculos escénicos, su nombre sólo era reconocido en ambientes y entornos muy reducidos. Podría decirse aquello tan manido de que quizás si hubiese desarrollado su actividad en Nueva York otro gallo habría cantado. Quizás, quién sabe. Lo cierto es que su fallecimiento me ha impulsado a revisar parte de su obra y concluir, sin ningún género de dudas, que Carles Santos era un auténtico genio, acogiéndome a la acepción número 4 de la RAE:
“Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables.”, a lo que habría que añadir sus extraordinarias facultades como intérprete, que nunca perdió.


Como despedida me quedo con una de sus últimas… lo que sea: en el estreno de uno de sus espectáculos se tumbó en el umbral de la puerta de acceso a la sala obligando a los espectadores a pasar por encima de él, librando su cuerpo, rozándolo o incluso pisándolo, al gusto y decisión de cada uno. Pues eso, que cada uno haga su propia interpretación.


Una pequeña selección de algunas de sus creaciones:




Una de las pocas entrevistas que concedió, en TV3:


Y para finalizar esta auténtica “delicatessen” de su disco “Pianotrack”:



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