Hace
unos años decidí ser yo quien agasajara en una fecha en la que lo normal es
recibir felicitaciones y algún que otro regalo. Lo hice con un disco que
recogía 35 canciones asociadas a aquellos primeros 40 años de vida. Y prometí
que “dentro de 40 años… más”. No he esperado tanto para cumplir mi promesa.
En
2014 “subí a Youtube” mi primer vídeo, con el atrevimiento o la ingenuidad de
acompañar las imágenes con un tema musical de Miles Davis. No sé si fue él quien se retorció en su tumba o los
que chupan ahora de su música quienes hicieron saltar las alarmas (me inclino
por estos últimos) pero tuve que retirar de inmediato el vídeo bajo pena de no
sé qué. Alternativas: bucear en el farragoso mundo de los derechos de autor
para conseguir músicas libres o… jugar a músico y realizar mis propias
composiciones. Y he jugado. Tal atrevimiento ha derivado en estos dos años en
12 temas, y me ha parecido un número apropiado para juntarlos en un LP (o como
se llame ahora).
El
juego se ha convertido en ocasiones en un muro casi infranqueable y ha puesto
al descubierto lo que ya sabía: mis limitaciones e incapacidades para componer
e interpretar, aunque sea a través de la tecnología digital. Lo que ha
incrementado, aún más si cabe, mi admiración por todos esos músicos capaces de
generar universos sonoros. Me quito una vez más el sombrero, la gorra y la
boina.
Cuando
me metí en este charco, que ha resultado ser mucho más profundo de lo que
parecía a simple vista, imaginaba que una de las mayores dificultades con las
que me iba a encontrar sería conseguir el “tono” más o menos adecuado para
ilustrar de forma sonora las diferentes imágenes e historias: un tono dinámico,
épico, luminoso, trascendente… Y así ha sido. Sin embargo el mayor atasco ha
surgido con algo, a priori, mucho más banal: terminar los temas, las canciones.
Cerrar de forma coherente las últimas notas o los últimos acordes de una
melodía que, más o menos, podía funcionar. Nunca imaginé que fuera tan difícil,
al menos para mí.
Podría
extenderme mucho más sobre este viaje musical, apasionante y complejo a la vez.
Pero, al fin y al cabo, no ha sido más que un proceso de aprendizaje personal
que, probablemente, haya llegado a su punto final.
Son
músicas (o lo que sea) surgidas para acompañar imágenes, así que animo a
escucharlas con los ojos cerrados para que cada uno le ponga las suyas. Y pido
perdón, por usar el nombre de Miles
en vano, por atreverme a juntar notas sin ser músico y, sobre todo, por invitar
a escucharlas.
Bovina: Perteneciente
o relativo al toro o a la vaca.
Bobina: Tontina,
sin entendimiento o razón.
Bobina: Rollo
de película cinematográfica.
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