martes, 13 de septiembre de 2016

EN EL SÓTANO


Hace unos meses el cineasta austríaco Ulrich Seidl estrenó su nuevo documental, “En el sótano”, donde desvela qué ocultan sus compatriotas debajo de sus impolutos hogares. En esos espacios a los que se accede a través de una estrecha y empinada escalera mal iluminada parece que nada bueno puede ocultarse. No hay prohibiciones ni tabúes y en ellos se puede dar rienda suelta a todo tipo de fantasías y perversiones, ya sea en forma de objetos y utensilios almacenados o en actividades “retorcidas” lejos de las miradas de los demás.

Dice Juan Eduardo Cirlot en su “Diccionario de símbolos”: “Una escalera que comunica con un nivel inferior al del suelo es siempre un símbolo de apertura hacia lo infernal”. Esos lugares subterráneos de las viviendas provocan un “yuyu” del que la literatura y el cine se han aprovechado para la ambientación de sus historias de terror, horror y actos viciosos varios. Junto con los desvanes (unos abajo y otros arriba), y apartados de lo que sí mostramos a los demás, recogen esa parte subconsciente y oscura del ser humano. “Psicosis”, “El sótano del miedo”, “Memorias del subsuelo”, “Drácula”, “Captivity”, “Secreto tras la puerta”, “La torre de los siete jorobados”, “La escalera de caracol” y tantos y tantos otros, son títulos que se adscriben a esta tendencia de los submundos ocultos dentro de los hogares “normales”.

El caso es que los arquitectos, tal vez por un exceso de celo profesional, nos empeñamos últimamente en diseñar sótanos en las viviendas en los que apenas percibimos esa sensación de estar bajo el nivel del suelo. Nos las ingeniamos para darles ventilación, hacerles llegar luz natural, los revestimos y los amueblamos como si de una dependencia más de la casa se tratara. Y además les damos usos confesables: sala de cine, txoko, gimnasio, bodega… Craso error. Catarsis, prohibición, infierno, crimen, terror… Esos sótanos deben ser lugares constructivamente inacabados y funcionalmente indefinidos. Espacios para ser habitados por seres malignos o para convertirse en escenarios de acciones criminales y tendencias psicóticas. Submundos “normales”.

¿Quién me acompaña al sótano?

No hay comentarios: