miércoles, 2 de septiembre de 2015

NUDOS

Esa hamaca que había cruzado el Atlántico merecía, sin duda, que se le diera un uso adecuado en un lugar apropiado. Así que, a falta de un par de robustas palmeras de las que pudiera ser colgada, opté por lo que tenía a mano: un manzano y un peral. La distancia entre los frutales era perfecta pero su escasa altura y la endeblez de sus ramas dieron al traste con el proyecto de “espacio flotante para el relax”. Días más tarde, y con mi orgullo herido, volví a la carga. Analizando y pensando (dos acciones que apenas realizamos), y después de considerar opciones complejas y costosas, llegué a una solución, sencilla, muy sencilla: consistía en cambiar el “as de guía” por la “vuelta de escota”. ¿Ein?

Sí, el universo de los nudos, además de apasionante y útil, tiene algunos de estos “nombrecitos” que forman parte de la terminología náutica: ballestrinque, de palangre, de cornamusa, de calabrote, en ocho corredizo, falcaceados, ayustes… En “El libro Ashley de los nudos”, publicado hace setenta años, se contabilizaban ya más de tres mil ochocientos. No nos asustemos, conociendo una docena de ellos nos podemos defender en cualquier situación de amarre o de unión que surja tanto en el mar como en tierra firme.

Los nudos han existido desde que existen cuerdas (o cabos) para atarlos, ya que un trozo de cuerda es algo bastante inútil sin un nudo que lo ate a algo. Y se han utilizado para todo tipo de cosas: llevar cargas, cazar, atar animales, construir casas… o ejecutar enemigos. De su uso meramente práctico desde hace trescientos mil años se pasó a su integración en el mundo del arte y la artesanía a partir del siglo XVIII (maquetas, costura, cestería…) e incluso a su utilización simbólica: el nudo de rizo como representación de la unión romántica, por su limpia simetría.

Nudo de rizo

Los nudos también han formado parte de la leyenda, como el mítico nudo gordiano que nadie lograba deshacer hasta que llegó Alejandro (más adelante Alejandro Magno) que lo deshizo de un espadazo, metáfora de que los problemas aparentemente irresolubles (como el de la hamaca) pueden solucionarse con simples (aunque brutales en este caso) métodos. Poderes mágicos también han sido atribuidos a los nudos, como el de controlar el viento, que los marineros supersticiosos creían conseguir a través de los “nudos de viento”. Y la religión tampoco ha permanecido inmune al potente simbolismo de los nudos y, por ejemplo, los judíos devotos se fijan unos cordones anudados en las esquinas de sus mantos de oración como signo de protección.

En las largas travesías que los barcos realizaban en el mar (antes de que aparecieran los barcos a vapor), uno de los pasatiempos que elegía la mayoría de los marineros en su tiempo libre era hacer nudos.

Marineros aprendiendo a hacer nudos

Así que os propongo una entretenida práctica para unos minutos ociosos: aprender a hacer el As de guía, un lazo, probablemente el rey de los nudos, que durante los últimos quinientos años ha sido la elección indiscutible de todos los marineros. Seguro, fuerte y fácil de hacer. Y divertido: la serpiente, el árbol y el lago tienen la culpa.

As de guía

Tumbado en la hamaca mirando al cielo, no escucho el rumor de las olas ni siento en mi rostro la suave brisa de las playas caribeñas. Pero oigo el cri-cri de los grillos. Y veo allí arriba titinear las estrellas… y una enorme manzana reineta balanceándose amenazante sobre mi cabeza. ¡Reto conseguido! 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, me puedes recomendar algún libro sobre nudos? Llevo tiempo pensando en hacerme con alguno y al final no me decido. Saludos.

Luis.

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Hola Luis,

Un libro que es muy completo y con buenas ilustraciones es "La biblia de los nudos. Guía visual de cómo hacerlos y usarlos." De Editorial Paidotribo.

Un saludo.

Sergio dijo...

¿Qué sería de nosotros si no fuera por estos retos que nos proponen los hijos?

Menos mal que tengo un padre marinero para hacer que esta hamaca salvadoreña mezca sobre el cesped islareño.

;)

Un tejón

Bernardo I. García de la Torre dijo...

En el próximo viaje tendrás que traer las palmeras. Eso sí es un reto. Y el ron, claro.