domingo, 30 de marzo de 2014

NO ME GUSTAN LOS REFRANES

Nunca me han gustado los refranes (“sentencias o dichos populares que enseñan o aconsejan algo”.) ¿Por qué? Hasta ahora no me había parado a pensar en ello. Simplemente me resultaban antipáticos.

Presumen de reflejar la sabiduría popular acumulada durante décadas. Y así surgen, por ejemplo, los refranes “meteorológicos”. Que si “En abril aguas mil”; que si “Marzo ventoso y abril lluvioso”… Analizando datos estadísticos, ni marzo es el mes más ventoso del año ni abril el más lluvioso. Así que por este lado no cuela. Qué decir de “Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. No hay que ser demasiado espabilado para saber que a mediados de Junio, final de la primavera, el tiempo es ya bastante benevolente y no exige grandes coberturas.

Si alguien me dice “A quien madruga Dios le ayuda”, le contesto que, en primer lugar, dudo que Dios se moleste en ayudar a esas horas tan tempranas, probablemente ni se habrá levantado. A continuación le espeto: “No por mucho madrugar amanece más temprano.” Contradicción total en esa supuesta sabiduría popular.

“Lo bueno si breve, dos veces bueno.” ¿Por qué renunciar a un placer más extenso? Parece que estamos ante un caso de represión encubierta (o sin encubrir). Y que me decís a “Más vale pájaro en mano que ciento volando.” También destila cierto tufillo, falta de ambición, de búsqueda. Quizás sea el reflejo de una cultura y una sociedad conformista, que no se planteaba demasiadas preguntas.

Si hacemos caso a refranes marineros como “A barco desesperado, Dios le encuentra puerto” (otra vez con Dios a vueltas) o “Norte claro sur oscuro, aguacero seguro” frente a “Norte oscuro, temporal seguro”, llevamos todas las papeletas para ir a pique. Eso sí, “Tras mala navegación, el puerto sabe mejor.”

Hablando de las relaciones sociales, “De la buena gente guárdate, de la mala escóndete.” ¿Qué nos queda entonces, la gente regular? Y ojo con irse de viaje porque “El muerto y el ausente no son gente.” Eso sí, a la hora de elegir pareja hay que ser meticuloso porque si no… “Mal haya quien me casó con una mujer tan fea, que no la puedo sacar donde la gente la vea.”

Ante las cuestiones de trabajo el refranero, ¡cómo no!, también despliega toda su sapiencia. “A quien trabaja, el día nunca le parece largo.” Juro que a mí algunos días se me han hecho eternos. “El hombre a trabajar y la mujer a gastar.” Parece que en esta asunción de la división de tareas, ya de por sí clarificadora, se pasan por alto “algunas” de las realizadas por la mujer trabajadora en la casa. “Si trabajas por tu cuenta, nunca te saldrán las cuentas”, buen impulso y ánimo para los jóvenes emprendedores.

Y en torno a la educación, recomendaciones lúcidas y contundentes. “Al niño y al mulo, en el culo.” No está mal la equivalencia. “Ir contracorriente no es de hombre prudente.” Pues a seguir la corriente… o a ser imprudente. “La letra con sangre entra” o “No hay razón como la del bastón” dejan bien claro cuál es el método de enseñanza más efectivo.

Pues no me gustaban los refranes. Pero es que ahora, después de hacer este rápido repaso, siguen sin gustarme y además me estoy empezando a cabrear. Menos mal que “A la fuerza, ni el zapato entra” y además “Lo poco agrada y lo mucho enfada.”

Así que poco más voy a decir. Eso sí, en lugar de “Cien refranes, cien verdades” yo diría “Hombre refranero, hombre majadero.”

5 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí tampoco me gustan. Son el reflejo de una sociedad rancia y machista. Encierran muy poca sabiduría. Supongo que son el reflejo de su época, quizás por ahí tengan un valor sociológico, testimonial.

Bernardo I. García de la Torre dijo...

De todas formas hoy en día seguimos "tirando" de ellos cuando se ajustan a nuestro pensamiento. Aquello de "Ya dice el refrán..." Pero, en efecto, más que sabiduría lo que reflejan es ideología o, simplemente, opinión.

Anónimo dijo...

"Más vale malo conocido que bueno por conocer." El colmo del conformismo.

Saludos,

Luis.

Anónimo dijo...

Como hija de madre "refranera" he crecido escuchando estas sentencias, pero debo decir que siempre he sido bastante escéptica ante la veracidad de su contenido. De pequeña me hacía gracia cuando un día de agosto refrescaba y mi madre sacaba su refrán "en agosto frío al rostro". Eso podía ser válido en su lugar de nacimiento, pero no así en el mío. Y como este ejemplo tantos otros.
Lo malo es cuando los refranes se salen de cuestiones meteorológicas y se adentran en la ideología. Generalmente representan unos valores no deseables. Así, muchas veces muestran estereotipos o prejuicios que habría que eliminar definitivamente, siendo un triste ejemplo aquellos dichos que incitan a la violencia de género.

De cualquier forma, si atendemos a ese que dice "A buen entendedor, pocas palabras bastan", creo que tanto en tu entrada como en mi comentario, sobran unas cuantas. Pero tampoco con éste estoy de acuerdo.

Un abrazo,

Teresa

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Precisamente no he querido profundizar en ese tono "machista" que destilan un buen número de refranes, muy poco deseables como dices. Pero destacan por su cantidad y por su contundencia, por decirlo suavemente. Y lo más suave sería algo del tipo: "No hay mujeres feas, solo poco alcohol."

Un abrazo para los dos.