martes, 13 de agosto de 2013

GUERRAS Y EXOESQUELETOS


Leo una noticia titulada “El soldado perfecto”. Comienza dando detalles sobre un mecanismo, artilugio o similar que aumenta de forma considerable las capacidades físicas de los soldados estadounidenses, el exoesqueleto. Un esqueleto exterior acoplado al cuerpo que dota de una mayor fuerza y resistencia a los ¿afortunados? que lo portan.
Asimismo, y a través de un acuerdo entre una prestigiosa universidad y el gobierno estadounidense, este último aporta una importante cantidad de dólares para que los científicos de dicho centro investiguen y desarrollen fórmulas y productos que complementen las capacidades de dichos soldados perfectos: aguantar muchas más horas sin dormir, sin comer, sin tener relaciones sexuales… Un chollo, vamos.

Nada más leer la noticia me vienen a la cabeza imágenes de una de las películas que mejor ha recogido la locura de la guerra, Apocalypse Now, de la que ya he hablado en este blog, en una entrada titulada “Películas ¿de guerra?”. Aquella absurda guerra de Vietnam en la que se sumergieron los estadounidenses, tecnología armamentística frente a naturaleza hostil, aviones supersónicos echando napalm frente a lanzas y machetes, de la que, sin embargo, salieron derrotados y con graves secuelas sicológicas en un gran número de combatientes. Precisamente porque, como expresa uno de los protagonistas de Platoon (otra interesante película basada en estos acontecimientos) empezaron a surgir en los soldados las dudas, el porqué de aquella guerra, de aquel enemigo invisible, qué estaban haciendo realmente allí. Y cuando un soldado se cuestiona su misión, de una forma o de otra puede darse por muerto.

Cuesta creer que las cifras de bajas fueran de 58.000 estadounidenses frente a 3.500.000 vietnamitas y que, aun así, éstos ganaran la guerra. Cuando hablamos de estas cifras perdemos la dimensión del drama que estas pérdidas suponen. Nos afecta más una muerte con nombres y apellidos, con fotografía y con una historia conocida que 3.500.000 muertos en una guerra. Para estos casos he desarrollado un mecanismo nada original: empiezo a contar 1, 2, 3, 4, 5… Cuando voy por el 50 me doy cuenta de lo que queda para llegar a la cifra total y empiezo a tomar conciencia de la magnitud del drama. Y cada muerto tiene su nombre y apellidos, su foto, su familia, su historia.

Dicho esto me sorprende, o quizás debería decir me indigna, que la guerra siga marcando la agenda investigadora de científicos y universidades. En alguna ocasión he escuchado que la locura de la guerra no es un episodio aislado al que ciertos hombres se ven arrastrados sino que la pulsión de matar es algo inherente a la condición humana. Me cuesta creerlo. Pero es lo que hay. El corazón de las tinieblas, la barbarie de la guerra, sigue aquí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto que Estados Unidos no logró convencer a sus soldados del porqué de la guerra de Vietnam, y que muchos fueron por tradición familiar, sus abuelos habían estado en la Primera Guerra Mundial y sus padres en la Segunda Guerra mundial o en Corea. Probablemente los únicos que entendían su papel en esa guerra eran los propios norvietnamitas que luchaban por echar al invasor.
Y coincido contigo en que un muerto es u na tragedia pero tres millones son solo un número.

Espero que haya ido bien la visita a Lisboa.

Saludos,
Luis.

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Es cierto que los estadounidenses no sabían por qué estaban peleando, que muchos soldados sintieron que iban a morir a un país extraño.
Otra reflexión: el cine, además de entretener, puede servir para analizar la historia y profundizar sobre algunos hechos. Uno no quita lo otro.

Ha sido muy especial volver a Lisboa.

Saludos.

Cherie dijo...

Great!

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Bienvenida al blog, Cherie, y gracias por tu "breve" comentario.