“Cabalgar
en solitario”
es el título de una película protagonizada por el inefable Randolph Scott en 1959, en la que recorría las polvorientas
llanuras del oeste americano a lomos de su caballo. Yo empecé a cabalgar en
solitario unos cuantos años más tarde, a lomos de mi cabalgadura de dos ruedas.
Y no protagonizaba ninguna película, simplemente viajaba recorriendo por
primera vez el Camino de Santiago en un caluroso mes de Julio.
Existen diversos formatos de viaje,
atendiendo a las personas que te pueden acompañar: en familia, en pareja, con
un grupo de amigos… Hace poco descubrí que existe una ¿nueva? modalidad, a
través de una publicidad personalizada que me hizo llegar el “gran hermano”
Google: los viajes para singles. Tuve
que informarme para aclarar este concepto así que quien no lo conozca, que se
informe igualmente. Pero en aquel caluroso mes de Julio descubrí una nueva
modalidad que hasta entonces no había practicado: el viaje en solitario. Y fue
de manera casual. El viaje en bicicleta a
dos se convirtió en viaje a uno
por la renuncia en el último momento de mi compañero de pedaladas. Siempre he
pensado que su señora esposa tuvo algo o mucho que ver en ello, aunque me
imagino que lo negará eternamente. Ya sabemos que esto de los recuerdos es algo
muy selectivo.
A partir de aquella primera experiencia no
programada volví a repetir en varias ocasiones esto de la cabalgada en
solitario pero, ahora sí, con premeditación y alevosía. Lo que da idea de que
la historia no resultó nada frustrante, más bien al contrario. Con ello no
intento hacer apología de esta forma de viajar como la única interesante ni
siquiera como la más interesante. Pero admito que, al menos a mí, me ha
aportado sensaciones muy profundas y recuerdos imborrables. Así que de vez en
cuando…
Los inconvenientes o desventajas respecto a
un viaje en grupo son tan evidentes que no considero necesario indicarlos
siquiera. Pero entonces ¿cuáles son las ventajas? ¿qué puede aportarnos un
viaje en solitario? Tranquilos que no me voy a poner cachondo con aquello del viaje interior y de encontrarse a uno mismo. Es mucho más banal. En primer lugar, te
obliga a tomar constantemente tus propias decisiones sin dejarlas en manos
ajenas, un buen aprendizaje. En segundo lugar, existe una mayor receptividad y
comunicación con la gente (o los animales) que te vas encontrando a tu paso. Es
decir, vas generando compañeros de viaje puntuales y no programados, lo que
resulta muy enriquecedor. En tercer lugar, tú mismo estás mucho más receptivo
hacia el entorno que te rodea al no haber nadie que te distraiga, tus antenas
captan hasta el más mínimo detalle y eres testigo de momentos que de otro modo
te habrían pasado desapercibidos. Sí, te conviertes de alguna manera en “voyeur”.
Y de estas cabalgadas en solitario han ido
surgiendo algunas historias y anécdotas que en forma de relato ya han aparecido
en este blog y seguirán apareciendo. Por ejemplo, aquel intenso encuentro con
una preciosa vaca rubia titulado “Amor no
correspondido”, que resume muy bien las aportaciones que antes indicaba.
Así que, ¿por qué no poner al menos un viaje
en solitario en tu vida? Ah! Lo de viajar en bicicleta es solo una opción. Pero
ésta es ya otra historia.
4 comentarios:
Muchas gracias por tu visita, es todo un honor! Tu texto me ha gustado mucho, encontrarse solo durante un viaje puede ser muy enriquecedor, no he hecho ningún viaje sola en bicicleta pero estoy convencida de que en algún momento de nuestras vidas todos descubrimos y vivimos estas sensaciones que describes (por mi parte,vine a estudiar sola a otro país y sé que la soledad permite desarrollar muchas aptitudes!)
Bienvenue sur cette blog, Céline. Pardon parce que mon français est déjà un peu oublié. Je crois que quand nous voyageons seuls (et dans certains moments de notre vie aussi), nous pouvons devenir plus fort. Salutations.
Sin duda, y llevándolo a nuestro terreno, el caso más extremo es el de los navegantes solitarios. Ahí sí que la fortaleza mental tiene que estar a tope. En una reciente entrada de este blog, la de Donald C., quedó bien reflejado.
Saludos, Luis.
Se comentaba que José Luis de Ugarte se convirtió en navegante solitario porque era tal su nivel de exigencia a bordo de un barco que no era fácil navegar junto a él. Muy recomendable su libro sobre su regata vuelta al mundo en 1993, "El último desafío".
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