La
Asamblea General de la ONU designó recientemente el 20 de Marzo como “Día
Internacional de la Felicidad”. ¿Es una buena o una mala noticia? Analizando
otros Días Internacionales (de la mujer, de la no violencia, de la eliminación
de la discriminación racial…) más bien me inclino por lo segundo. O dicho de
otra forma, parece que las mentes pensantes de dicha organización han
considerado que la felicidad no goza de buena salud y necesita que le den un
empujoncito. Y para ello, entre sus resoluciones, invita a su inclusión en las
políticas de los gobiernos.
Esto
suena un poco raro. Pero lo más sorprendente viene ahora. La iniciativa parte
de Bután, un pequeño país situado en el sur de Asia, junto a la cordillera del
Himalaya, cuyo nombre significa “la tierra del dragón de truenos”. Un país que antepuso
al tradicional índice PIB (Producto Interior Bruto) un nuevo concepto: el índice
de Felicidad Interior Bruta (FIB).
El 2 de junio de 1974, en su discurso de
coronación, Jigme Singye Wangchuck dijo: "La felicidad interior bruta es
mucho más importante que el producto interior bruto". Tenía 18 años y se
convertía, tras la repentina muerte de su padre, en el monarca más joven del
mundo. No fue un mero eslogan. Desde aquel día, la filosofía de la felicidad
interior bruta ha guiado la política de Bután y su modelo de desarrollo. La
idea es que el modo de medir el progreso no debe basarse estrictamente en el
flujo de dinero. El verdadero desarrollo de una sociedad, defienden, tiene
lugar cuando los avances en lo material y en lo espiritual se complementan y se
refuerzan uno a otro. Cada paso de una sociedad debe valorarse en función no
sólo de su rendimiento económico, sino de si conduce o no a la felicidad.
Y ¿qué es la felicidad? Si atendemos a la
definición antigua de la RAE, felicidad es: “estado del ánimo que se complace
en la posesión de un bien”. Pero curiosamente hace un par de años la RAE enmendó
esta definición por esta otra: “estado de grata satisfacción espiritual y
física”. Más en consonancia con el FIB, sin duda.
Basándome en esta definición, hace tiempo que
renuncié a ser feliz. Dicho así suena un poco bestia. He dicho que renuncié a ser
feliz, no a estar feliz. Puede parecer un pequeño matiz verbal pero no lo es,
al menos para mí. Supone pasar de la búsqueda de la felicidad como estado
permanente y como objetivo vital, a la satisfacción de los momentos puntuales,
de los pequeños detalles, de las ilusiones a corto plazo, de las personas con
las que puedo compartir emociones aquí y hoy, sin pensar demasiado en lo que
pueda pasar a largo plazo.
Hace unos días, mientras volvía a casa en el
coche, sonó en la radio una canción que no escuchaba desde hacía mucho tiempo.
Y me pareció, tanto por su música como por su letra, la definición perfecta de
esa felicidad que ahora estoy disfrutando, que a veces llega sin darme cuenta,
que me pilla de improviso sin haberla buscado. Y estuve feliz un buen rato, con
mi FIB por encima de la media.
4 comentarios:
Desde el principio de la lectura he estado asintiendo, pensando en lo totalmente de acuerdo que estoy contigo. Por ahí iba a ir mi aportación, pero al llegar al final, me he dado cuenta de que cualquier comentario al respecto sobraba. Tú lo has expresado todo muy bien.
Solo espero que el estado de felicidad en que me han dejado tus palabras me dure un rato largo.
Un abrazo,
Teresa
Que así sea.
Creía que no iba a ser capaz de expresar bien mi concepto "particular" de felicidad. Pero ya veo que no es tan particular.
Me ha sorprendido mucho esa definición de la RAE que basaba la felicidad en la posesión de un bien. Una concepción muy materialista.
Luis.
A mí también me llamó la atención esa definición. La "enmienda" es bastante sensata.
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