De pequeño, en mi relación con los
medicamentos, mis bestias negras no
eran ni las inyecciones ni los supositorios. Eran las cápsulas. Esos diminutos artefactos, normalmente bicolor, que había
que tragarse sin rechistar. Y ahí radicaba el problema, en tragar. Vasos y
vasos de agua pero aquello no pasaba. No había manera. Los músculos de la
garganta se contraían y la cápsula se atascaba.
Hoy en día la mecánica del tragar está ya
superada. Tengo en mi mano izquierda una preciosa cápsula azul y blanca
dispuesta a iniciar su viaje hacia mis entrañas, y en mi mano derecha ese papelito
plegado que conocemos como prospecto.
La letra es pequeña así que tengo que enfocar alejándolo un poco:
“Información al usuario.
Debido
a la presencia de la piridoxina en su molécula desarrolla una actividad
coenzimática complementaria de las aminoferasas o transaminasas y de las
decarboxilasas. Solamente nombraremos a las más importantes bajo el punto de
vista del metabolismo cerebral; las que decarboxilan la histidina a histamina,
las de la dopa a dopamina, las del ácido glutamático a gaba y las del
5-hidroxitriptófano a serotonina.”
¡Vaya!, menos mal que es la información al
usuario. Esto promete. Pero parece que lo más interesante viene ahora, en las “acciones
a destacar”:
“Efecto
anticonvulsivante, frente a convulsiones provocadas por Bemegride,
semicarbacida y tio-semicarbacida. Mejor control del estímulo exteroceptivo en
animales de experimentación que se producen ante estímulos discriminativos
luminosos o acústicos, caja de Skinner. Aumento de la performance en los
animales de experimentación y protección contra la toxicidad del éter,
metoxifluorano, ketamina, fluotane, etc.”
Me empieza a temblar la mano izquierda, la de
la cápsula. ¿Me la tomo o no me la tomo? Para salir de dudas decido ir
directamente al último apartado:
“Contraindicaciones, incompatibilidades y
efectos secundarios.
No se
han descrito.”
Pues ¡hala! ¡Para dentro!
No hay comentarios:
Publicar un comentario