Al acceder a internet Google me anuncia que se cumplen 126 años del nacimiento del arquitecto de origen alemán Mies van der Rohe. No tenía intención de dedicar esta entrada a un tema de arquitectura y no lo voy a hacer pero, curiosamente, este aniversario me viene al pelo. Mies van der Rohe acuñó la famosa frase Less is more (Menos es más), que llegó a convertirse en un auténtico eslogan y que de alguna forma resumía todo el espíritu de su obra basada en una aparente reducción y sencillez de formas que se sustentaba, sin embargo, en un exquisito equilibrio constructivo. Aún recuerdo la complejidad de los pilares en esquina del edificio Seagram de Nueva York o los escalones de la casa Farnsworth, que tuve que dibujar en la Escuela de Arquitectura.
Hace unos días volví a ver Una historia verdadera (1999) del denominado por algunos “turbio” director David Lynch. ¿Y qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? Pues tiene que ver. Se trata de una película atípica dentro de su filmografía, sin duda. Un argumento sencillo: el protagonista decide ir a visitar a su hermano a bordo de su máquina cortacésped. Y a modo de una road movie la historia va avanzando con el ritmo lento de la máquina que va tragando millas hacia su destino. Sin sobresaltos, sin grandes incidencias, el tenaz protagonista va acercándose a su destino. Y en este punto caemos en la cuenta de que de una forma casi inconsciente, como esa fina lluvia imperceptible que al final acaba empapándonos, así nos hemos ido empapando de la vida de este hombre a través de los encuentros y diálogos que ha ido teniendo a lo largo de su viaje: una hija “diferente”, su traumática experiencia como soldado en la guerra, sus problemas con el alcohol, el distanciamiento con su hermano al que no ve desde hace diez años. Personas y paisajes van haciendo avanzar la historia hacia el desenlace final, el encuentro con su hermano, resuelto de forma magistral. Lo que podía haberse convertido en una escena “lacrimógena” o llena de fuegos artificiales queda resuelto en una escena de unos pocos segundos: los dos protagonistas en el porche de la casa, separados unos metros. El hermano le pregunta sin mirarle “¿Has venido en eso?” Dos primeros planos breves y la cámara se eleva hacia el cielo, hacia las estrellas. “The End”. Menos es más. Detrás de esa aparente sencillez, un perfecto engranaje de guión, fotografía, montaje e interpretación. Una de las más bellas películas de finales del siglo XX.
Cuando la película terminó me vino a la cabeza otro título, París, Texas ( Win Wenders. 1984). Si en la película anterior el último personaje que aparece en pantalla es el interpretrado por el actor Harry Dean Stanton, en ésta es este mismo actor el primero en aparecer en pantalla. Pero hay más similitudes. Porque en esta película también hay una búsqueda, un viaje hacia el encuentro de un vínculo familiar perdido. Y un encuentro a través de otra gran secuencia: el primer plano mantenido durante varios minutos sobre el rostro de su mujer (Nastassja Kinski) que se va transformando a medida que va identificando la historia que una voz le está contando al otro lado del cristal opaco. De nuevo Menos es más.
Y he dejado para el final la referencia a otro punto en común de ambas películas, la música que, en ambos casos y sin estridencias, ofrece una perfecta envoltura mezcla de amargura y esperanza. Los responsables, Angelo Badalamenti en la primera y Ry Cooder en la segunda.
Mies van der Rohe murió en 1969, años antes de que se rodaran estas películas. ¿Le habrían gustado?
3 comentarios:
La película de David Lynch quizás no tuvo el eco que merecía (aunque creo que tuvo alguna nominación al Oscar) porque sus seguidores esperaban una película diferente. Como dices, es atípica dentro de su trayectoria. La elección de la máquina cortacésped para el viaje es genial y ya marca el tono de toda la historia.
Cada vez estoy más convencido de que a pesar de los efectos especiales, el 3d y la madre que lo parió, al final lo más importante en una película es el argumento. Y luego saber contarlo, claro. Aquí queda demostrado.
No hay que despreciar tampoco los avances técnicos que se pueden ir incorporando. Al fin y al cabo el cine en sí mismo también supuso en su momento un avance técnico respecto a la fotografía. Lo importante es que todo ello esté al servicio, eso sí, de una buena historia. La última película de Martin Scorsese, "La invención de Hugo", es un buen ejemplo.
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