Leo en una crónica tras su fallecimiento que
la importancia que una persona o personaje tiene para nosotros es directamente
proporcional a la incredulidad que nos asalta al conocer la noticia de su
desaparición. Yo añadiría que, en mi caso, y hablando de músicos, esa
importancia es directamente proporcional a la dificultad para seleccionar una
canción que ilustre o resuma de forma sonora su trayectoria.
En esa tarea andaba, escuchando sus discos,
algo nada original por otra parte dadas las circunstancias. Y escuchando de
nuevo sus canciones he tomado conciencia de que me han acompañado a lo largo de
toda mi vida. Y recuerdo con especial nitidez dos momentos.
El primero, la única vez que he asistido a un
concierto suyo, en Bilbao, hace aproximadamente doce años (lo de recordar
fechas no es mi fuerte). Presentaba su nuevo disco, “Ecstasy”, y fue una actuación potente, muy guitarrera y sin
concesiones a sus grandes éxitos pasados. Solo pudimos intuir una versión casi
irreconocible del “Perfect day”.
El segundo, en medio del Atlántico, tumbados
en la cubierta del Nui, mirando las
estrellas, escuchando un disco suyo a todo volumen, sintiéndonos los reyes del
universo.
Cascarrabias, antipático, maniático, macarra,
bipolar… Hizo grandes canciones que podemos seguir escuchando. Ese es su
legado. Buen viaje, Lou.