A los que llevamos ya un tiempo embarcados en
tareas de investigación y divulgación de la arquitectura es lógico y
comprensible que nos pregunten con frecuencia por nuestra construcción favorita,
el mejor edificio de aquí y de allá según nuestro criterio. Al principio
intentaba salir airoso del requerimiento con una respuesta políticamente
correcta, para no dañar sensibilidades ni gustos varios: “Es difícil elegir un solo edificio… Hay muchos que merecerían ser
considerados como…” Respuestas que, evidentemente, no saciaban el apetito
de obtener un titular por parte del interlocutor.
Así que cambié de estrategia y opté por ir
otorgando la distinción a un edificio diferente cada vez que me preguntaran,
con lo que el premio quedaría repartido, yo seguía siendo políticamente
correcto y la persona que me lanzaba el reto saldría satisfecha. A las “segundas de cambio”, en un programa de
radio en este caso, la sagaz periodista me recriminó: “Pero sin embargo hace unos días dijiste que tu edificio favorito era…”
Me había salido el tiro por la culata.
Volví a cambiar de nuevo de estrategia. O,
más bien, decidí no tenerla. Y responder de forma natural y automática con la
primera imagen que me viniera a la cabeza. Y funcionó, ya lo creo que funcionó:
en el caso de Bilbao la imagen era siempre la misma, ese “dichoso” edificio…
Ya planteó Vitruvio hace más de dos mil años las cualidades que debía poseer
un buen edificio: firmitas, utilitas,
venustas, es decir, solidez, utilidad
(funcionalidad) y belleza. Cualidades que, en mi opinión, siguen totalmente
vigentes. Este “dichoso” edificio las tiene, sin duda. Y añadiría una más, sentido urbano. Es decir, conciencia del
lugar que ocupa en la ciudad y diálogo con su entorno inmediato, cualidad que está
muy presente no solo en esta obra sino también en otras que el mismo arquitecto
proyectó en la ciudad.
La primera cualidad expresada por Vitruvio,
la solidez constructiva, descarta de momento que esa designación del mejor edificio
de Bilbao pueda recaer sobre alguno de reciente construcción ya que, como es
lógico, sería necesario esperar unos cuantos años para atestiguar dicha
cualidad. Es más, hay algunos edificios de la última hornada que ya se han auto-descartado
para esta designación al mostrar síntomas alarmantes de fragilidad constructiva
en su, aún, corta trayectoria. Y, en algunos casos, de una preocupante falta de
funcionalidad, un reprobable desdén hacia la confortabilidad de los usuarios.
¡Ah! ¿Qué cuál es para mí el mejor edificio
de Bilbao? “Es difícil elegir un solo
edificio… Hay muchos que merecerían ser considerados como…”
CONTINUARÁ…Y me mojaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario