Nos
comentaba hace unos días el responsable de un centro de producción artística
cuál era uno de sus mayores retos en esos momentos: conseguir desbloquear en la
aduana un paquete que venía desde China, una máquina de tatuajes solicitada por
uno de los alumnos que desarrollan sus proyectos artísticos en el centro.
Antes
era más sencillo: un lienzo, unas pinturas al óleo o acrílicos, unos pinceles…
Pero ahora conseguir satisfacer las necesidades de “material” para los artistas
se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza. Pero los retos no acaban
aquí.
Hace unos años uno de
los alumnos, Kasper Kovitz (Viena,
1968) pidió sangre de buey y dos jamones ibéricos para desarrollar su proyecto.
Con la sangre pintó una serie de imágenes que representaban sucesos históricos y
en los jamones esculpió los rostros de Miguel de Unamuno y Sabino Arana, dos
personajes que desempeñaron un papel importante en la defensa de “lo vasco”
aunque desde posiciones opuestas. Kovitz
“enfrentó los jamones” y tituló su obra “Carnalitos”, expresión que designa a
los amigos de la misma sangre.
“Carnalitos”,
obra de Kasper Kovitz
Bien,
los jamones ibéricos no fueron difíciles de conseguir, la sangre de buey un
poco más. Pero ahora viene el segundo reto: ¿cómo almacenar y conservar estas
obras? Estamos acostumbrados a ver los cuadros de los museos perfectamente
ordenados y clasificados en sus archivadores pero ahora ¿habrá que instalar un
arcón frigorífico para los jamones?, ¿cómo evitar que se deteriore la sangre de
buey?, ¿tendrán que contratar a las religiosas que custodian la sangre
incorrupta de San Pantaleón en el Monasterio de la Encarnación?
Archivadores
de cuadros
Es
solo un ejemplo de lo que, más allá de la pura anécdota, empieza a ser un grave
problema en los centros artísticos de vanguardia. Una solución sería asumir por
parte de todos, artistas y centros de exhibición, el carácter efímero de estas
obras. Otra, sumarse al deseo manifestado recientemente por el conservador de
obras del Centro Pompidou de París: “Ojalá
hubiese un incendio en los almacenes y desaparecieran todas las obras para
poder empezar de cero”.
Os
preguntaréis que hizo Kasper Kovitz
con el “negativo” de su escultura, es decir, con los descartes del jamón. ¡Buen
provecho!
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