Cuando
fue nominado para el Premio de la Academia por su actuación en “A propósito de Schmidt”, Jack Nicholson confesó una ilusión
secreta: deseaba materializar una idea que tenía para un cortometraje. Pero
¿qué impedía a Nicholson hacer su
propio corto? Ciertamente no era el dinero, principal escollo para la mayoría
de los que se inician en el cine. No, Nicholson
no había querido rodar un corto, a pesar del tiempo y la experiencia acumulada
en el mundo del cine, porque sentía demasiado respeto por ese formato. Pensaba
que realizar un buen corto debía ser motivo de orgullo y no estaba seguro de
ser capaz de conseguirlo.
El
cortometraje se ha entendido de forma mayoritaria como un medio de aprendizaje,
un camino de inicio para posteriormente dar el salto al largometraje, un género
menor en definitiva. Es cierto que un buen número de grandes directores han
arrancado su trayectoria en este formato. Y sin embargo creo que el
cortometraje es en sí mismo una disciplina autónoma, aunque utilice los mismos
medios que una película o largometraje comercial. Pasa algo parecido como con
el relato o micro-relato http://www.echonovemberecho.blogspot.com.es/search?q=el+dinosaurio
en relación a la novela en el campo de la literatura. Aunque se utiliza el
mismo lenguaje el cortometraje tiene sus propios códigos que provienen,
fundamentalmente y como es lógico, de la limitación en su extensión. Un
cortometraje puede girar sobre una sola idea, sin la estructura de giros y de
tramas múltiples, sub-tramas o personajes secundarios que pueblan el
largometraje. Es algo muy directo, casi meteórico… pero muy complejo a la vez. Todo
tiene que estar perfectamente engranado.
Para
celebrar el centenario de la primera película de los hermanos Lumière rodada en 1895 (un corto
documental de cincuenta y dos segundos), cuarenta directores de cine famosos (Wim Wenders, David Lynch, Spike Lee, Peter
Greenaway…) dirigieron cada uno cincuenta y dos segundos de película con la
cámara manual original, de manivela, de los hermanos Lumière. El resultado fue que muy pocos salieron airosos del
desafío y casi ninguna de las filmaciones de estos maestros modernos resultó
tan impactante como la rodada un siglo atrás. Lo que demuestra que dirigir un
corto, un buen corto, es mucho más difícil de lo que uno se imagina.
Antes
no era fácil seguir el mundo del cortometraje, las proyecciones en salas
comerciales eran escasas o nulas y solo de vez en cuando se editaban antologías
de algunos cortos premiados en festivales. Actualmente el mundo de Internet y
la edición digital han facilitado la producción, la difusión y el acercamiento
a estos trabajos, así que todos somos potenciales directores de cortometrajes. Siempre
he pensado que no hay nada que impida a nadie dirigir un corto. Y que la
diversidad que esto genera es una de las causas de que en este formato se
hallen las ideas más estimulantes y los trabajos más innovadores.
Pero
no debemos incurrir en el error de pensar que las películas o historias cortas
son una opción fácil, pues necesitan una construcción mucho más cuidadosa y una
capacidad de síntesis mayor que las largas. Así lo refleja la cita del físico y
matemático francés Blaise Pascal quien,
en la posdata de una de sus largas cartas anotó: “Le ruego disculpe que la carta sea tan larga, no disponía de tiempo
para hacerla más corta.”
Como
norma general (aunque hay distintos conceptos sobre esto) se entiende que un
cortometraje es aquella filmación que está por debajo de los 30 minutos de
duración. Para mí, con 10 minutos es más que suficiente para contar una buena
historia. Y como muestra de ello os dejo con uno de mis (muchos) cortos
favoritos de estos últimos años, “18
segundos”, contados en menos de 7 minutos, unos de los cortometrajes más premiados en 2007.
Y
con un “clásico” rodado con el cambio de siglo, “405”.
2 comentarios:
Buenísimos!!! Podrías recomendar algunos más?
Con un poco de retraso, anónimo interesado, aquí va una pequeña selección de cortos. Es difícil seleccionar entre tanto y tan bueno pero he intentado que sea una muestra variada tanto a nivel temático como en el tono y en la procedencia geográfica. Y todos ellos se pueden encontrar en Internet:
“Peel”, de Jane Campion (1982), que luego se pasaría al largometraje con “El piano”, por ejemplo. Ganó la Palma de Oro de Cannes.
“More”, de Mark Osborne (1999), de animación y sin diálogos.
“Powers of ten”, de los artistas plásticos Charles y Ray Eames (1977), una especie de clase sobre el tamaño del universo.
“La jetée” (La pista), de Chris Marker (1962), o cómo se puede hacer una película con imágenes fijas. Tuvo una adaptación posterior en formato de largometraje: “Doce monos”, de Terry Gilliam (1995).
“Hardware wars”, de Ernie Fosselius (1977), la primera parodia sobre “La guerra de las galaxias”.
Y dos de la casa, de dos “antiguos” guionistas de “Vaya Semanita”:
“7:35 de la mañana”, de Nacho Vigalondo, que fue candidata a los Oscar.
“La primera vez”, de Borja Cobeaga.
Ya tenéis tarea para estas Navidades.
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