Antes
de zarpar
El 24 de Abril de 1895 zarpó del puerto de
Boston. Tres años más tarde, el 27 de Junio de 1898, fondeó en Newport,
habiendo navegado en solitario 46.000 millas náuticas enteramente a vela a
bordo del Spray, un barco de 11
metros construido por él mismo. Era la primera vez que un navegante daba la
vuelta al mundo en solitario. Y recogió su hazaña en un libro que él mismo
escribió y que aún hoy sigue siendo un clásico entre los aficionados a la
navegación: “Navegando en solitario
alrededor del mundo”.
Siempre me he preguntado qué impulsó a este
hombre y a otros navegantes que siguieron sus pasos (Dumas, Bardiaux, Chichester, Hayter, Moitessier…) a
emprender esos peligrosos y largos periplos en solitario alrededor del mundo.
¿Amor a la aventura, deseos de popularidad, necesidad de encontrarse a sí
mismo, locura? Leyendo las páginas que todos ellos escribieron no encuentro una
respuesta clara a dicho interrogante. Quizás porque ni ellos mismos la
conocían, o porque las motivaciones fueron múltiples y complejas.
En el caso de Joshua Slocum, que es de quien hablo, tal vez la clave estuviera en
el prematuro fallecimiento de su esposa Virginia,
que durante años le había acompañado por todos los mares y que le dejó cuando
ella contaba treinta y cinco años de edad. “Me
apresuré a regresar a bordo para olvidarme otra vez de mí mismo en el viaje”,
dijo el propio Slocum. ¿Qué buscaba
por los mismos mares que Virginia y
él habían surcado y amado juntos?
Probablemente nunca tengamos respuesta a esta
pregunta. En el otoño de 1909, con sesenta y cinco años de edad, aparejó por
última vez el Spray con la intención
de explorar el Orinoco y el Amazonas, regresando después al Atlántico. Nunca
volvió a saberse de él ni de su barco, se desvanecieron en la calima, entre la
espuma del mar. Pero a través de sus escritos podemos recuperar al Slocum soñador, con el sabor en los
labios del salitre de todos los mares, a través de sus palabras:
“Mantente
bien alerta, Spray, y ten cuidado, murmuré en voz alta a mi barco, que se
deslizaba tan silencioso como un trasgo, aguas abajo de la bahía.”
“El día
era perfecto; la luz del sol, clara e intensa. Cada partícula de agua lanzada
al aire destellaba como un diamante, y el Spray, ciñendo mucho, arrebataba a la
mar un collar tras otro de piedras preciosas y, con igual cadencia, se los
devolvía luego. Todos hemos visto formarse pequeños arco iris alrededor de la
proa de algún barco, pero aquel día la balandra arrojaba un arco tan fuerte,
polícromo y luminoso como yo no había podido observar nunca. Su ángel de la
guarda acababa de embarcar para el viaje; así pude leerlo claramente en el
mar.”
A bordo
del “Spray”
2 comentarios:
Conocí a Ugarte y es cierto que esta gente es de otra pasta. Sobre todo creo que tienen una gran fuerza mental. Y un gran amor al mar claro.
Saludos. Luis
Hablaremos algún día de José Luis de Ugarte, por supuesto. Supongo que te refieres a él.
Saludos.
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