Volar
y ser invisible. Los deseos más anhelados por el ser humano. Si los sueños son,
de alguna manera, una proyección de nuestros anhelos, es cierto que en mi caso
la sensación de volar aparece en algunos de ellos, de los pocos que recuerdo. Y
es una sensación muy física, muy real. Tanto es así que en más de una ocasión
me he despertado sudoroso y con una sensación de vértigo y de mareo tras un
vuelo veloz y acrobático. Los aterrizajes son mi punto débil. Y en mis paseos
montañeros me quedo absorto observando los vuelos majestuosos de las águilas y
de los buitres, envidiando su capacidad para planear manteniéndose durante
largo tiempo colgados del cielo. Sí, me gustaría poder volar.
Sin
embargo lo de ser invisible no lo veo. Me parece que responde más a intenciones
maliciosas, a ver sin ser visto, a espiar, a una actitud de cobardía. A pesar
de las buenas acciones de la mujer invisible en “Los 4 fantásticos”. Pero, por otro lado, esto de la invisibilidad
parece darse de bruces con una de las grandes tendencias sociales actualmente
en boga en el territorio virtual. Hace unas semanas recibí una invitación para
que este blog participara en una especie de revista de blogs digital. Por la
calidad de sus contenidos, según sus promotores. Tras agradecer la propuesta
planteé una ingenua cuestión: ¿Qué contrapartida recibo yo a cambio? La
respuesta fue inmediata: Te damos “visibilidad”. No sé a cuánto cotiza esta
nueva moneda, la visibilidad. Entonces, y según esto, parece mejor ser visible
que invisible. Tu éxito depende de que tengas un gran número de seguidores o de
amigos o de comentarios en la red. Y sin embargo, por otro lado, la
invisibilidad sigue siendo uno de los mayores anhelos del ser humano. Me he
perdido.
Leo
en el periódico que se está probando un prototipo que va a suponer un gran
avance en temas de defensa (o de ataque) nacional. Un dron que vuela a baja
altitud y que, a su vez, es invisible para los radares. O sea que cumple las
dos premisas iniciales. ¿Querrá esto decir que los seres humanos acabaremos
convirtiéndonos en drones? ¿Máquinas programadas para verlo todo y a todos bajo
el manto de la invisibilidad? Ahora que tengo unos binoculares (antes llamados
prismáticos, antes llamados catalejos) cuando vea sobre mi cabeza un ser
volador me afanaré en observar con detalle sus evoluciones para intentar
mejorar mi técnica, al menos en mis sueños. El tema de la
visibilidad-invisibilidad lo tengo que digerir un poco más.
Pero
mientras reflexiono sobre deseos y anhelos he decidido rechazar la invitación…
de momento. Nadie es perfecto.
Epílogo. Antonio
López ha tardado veinticuatro años en realizar el retrato de la familia
real. A Richard Linklater le ha
llevado doce años rodar su película “Boyhood”.
Algo menos ha sido el tiempo que he dedicado a plasmar mi última creación artística:
2 comentarios:
Interesante esa dualidad visibilidad-invisibilidad. No me parece contradictorio. A veces nos apetece mostrarnos y exponernos y otras veces preferimos ocultarnos bajo ese manto de invisibilidad. Supongo que dependerá del estado de ánimo.
Probablemente sea como tú dices, comentarista "invisible", que en esta ocasión has preferido no mostrarte.
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