...(Continúa) No soy capaz de definir mi estado de ánimo al
comprobar como una “simple” votación de carácter político puede tumbar en una
tarde el trabajo llevado a cabo a lo largo de varios años por un equipo de
arquitectos con experiencia acreditada, especialmente en el apartado de la rehabilitación.
Porque, y esto es realmente lo más grave, nadie, ninguno de los junteros que reclaman
un ¿alero barroco? para el Palacio Horcasitas se ha dirigido a los responsables
del proyecto para interesarse por su trabajo, por el largo y complejo proceso
que les ha llevado a diseñar el nuevo alero que en estos momentos luce el
edificio. Cuya propuesta, por otra parte, ha contado con el visto bueno de los
técnicos y expertos que han informado favorablemente, incluso con expresiones
laudatorias, sobre el mismo. Pero ¿qué interés tiene conocer la opinión de los
arquitectos? Quita, quita, que nos lían y nos trastocan.
Parece que corren malos tiempos para nuestra
profesión si van a ser los políticos los que aprueben o suspendan nuestros
proyectos y tengan “patente de corso” para decidir si nuestro trabajo supone o
no una “nota discordante”, sin haberse molestado siquiera (insisto sobre esto)
en conocer los argumentos de los autores. Pero este punto también queda
respondido en la propia información cuando se declara: “un alero colocado por
el ayuntamiento…”
Yo sí me he interesado por conocer el
proyecto. Debo ser un poco torpe y lento en cuanto al análisis y el
diagnóstico. He solicitado la documentación oportuna a sus autores (memoria,
planos…), he escuchado sus argumentos y he visitado la obra. Sí, sin duda lo
fácil habría sido hacer un alero de madera con sus canes, sus canecillos, su
tablazón… ¿Existía un modelo del alero original para reproducirlo? No. ¿Los
arquitectos, ante este hecho, han decidido realizar una propuesta reflexiva,
lúcida y compleja reinterpretando ese alero desde el lenguaje de una
arquitectura contemporánea? Sí. Y el resultado es extraordinario: un alero
amplio que revaloriza el carácter del edificio original, lleno de matices en su
perfil con una descomposición en planos escalonados que se ajustan a la cornisa
de piedra, acorde en su cromatismo con los elementos de forja de los balcones. Que
resuelve a su vez de forma adecuada la recogida de aguas pluviales y la
ventilación de la cubierta. Y en consonancia con la prevista intervención interior
a realizar posteriormente, basada en la ligereza visual y la transparencia de
los elementos a incorporar para su nuevo uso. ¿Alguien da más?
La arquitectura es algo más que reproducir un
“supuesto” alero de madera. Y esta intervención es precisamente eso,
arquitectura. Y de la buena.
La elección de un material u otro no
garantiza la calidad de una construcción. Tan noble puede ser la madera como el
acero o el hormigón. Un trabajo en madera puede resultar extraordinario o
vulgar. Y un alero metálico puede ser propio “de un pabellón industrial” o
puede convertirse en una adecuada y brillante solución arquitectónica. Es la
capacidad del arquitecto al proyectar y su correcta ejecución lo que otorga
calidad (adecuación) o vulgaridad (chapuza) a la intervención. Por tanto, si el
Palacio Horcasitas ha sido y es neoclásico, barroco… ¿por qué su cubierta no
puede estar rematada con un alero del siglo XXI? No olvidemos que su interior
se adecuará a un nuevo uso… del siglo XXI.
Un dato: la celebrada iglesia de San
Severino, ubicada en el centro de la localidad encartada, es de “factura gótico-tardía
(siglo XV), con cubierta abovedada de diferentes estilos, con una torre barroca
del siglo XVIII y su parte baja de estilo gótico, retablo manierista del siglo
XVI, con capillas del siglo XVI, sacristía y otras capillas contemporáneas
(siglo XX), imágenes renacentistas y barrocas…” ¿Como la definimos? ¿Gótica,
barroca, renacentista, contemporánea? En la superposición e incorporación de
estilos, adecuándose a cada momento histórico desde el respeto y el
conocimiento de lo existente, es dónde reside la riqueza y el auténtico valor
de los edificios.
Pero lo cierto es que… “se busca arquitecto (o
lo que sea) que sepa hacer aleros barrocos”. ¡A mí que me registren! Y, lo
reconozco, al final este bocado me está provocando una fuerte indigestión.
Retomo, para finalizar, la frase de Blaise Pascal, “adaptada e
interpretada”: “Ruego me disculpen que este artículo sea tan largo, no disponía
de tiempo para hacerlo más corto.”
Alero
existente antes de la intervención
El
Palacio Horcasitas con su nuevo alero
Detalle
del nuevo alero
4 comentarios:
Iba a poner un comentario en la entrada anterior y me alegro de haber esperado.
Qué bien nos has contado este despropósito. De la ironía del primer "capítulo" a la información técnica en esta segunda parte. De la risa, a esa indigestión de la que hablas y que yo también he sentido.
A mí me gusta la nueva cubierta, aunque no puedo comparar (ni creo que haya que hacerlo) ya que no he conocido la anterior. Pero no es más que mi opinión. Ahora me alegro de tener más datos para saber que además es una buena rehabilitación.
Yo también voy a terminar con una frase que me ha estado rondando durante la lectura: "La ignorancia es atrevida". Y como no sabía de quién es, he buscado en google, cómo no, y corresponde a Domingo Faustino Sarmiento, que fue presidente de Argentina allá por el sigo XIX.
Saludos,
Teresa
Lo que espero y deseo es que, a pesar de todos estos despropósitos, dejen completar a los arquitectos el trabajo con tranquilidad para que podamos utilizar ese gran edificio y disfrutar tanto de su arquitectura original como de su adaptación para los nuevos usos.
Todos tenemos derecho a la crítica, pero desde el conocimiento y la información. Más aún los que están en puestos de responsabilidad.
No soy experto en arquitectura pero me parece que está muy bien. Y creo que se debería dejar hacer su trabajo a los arquitectos que para eso se supone que son profesionales y no cuestionarlos por razones ajenas. Porque por lo que cuentas parece claro que la motivación de esa votación va por otro lado y no conocen ni el proyecto.
Saludos, Luis.
Efectivamente, como apunto en la entrada, este último apartado resulta particularmente doloroso: el desinterés por conocer el proyecto y las motivaciones de sus autores, más aún tratándose de una comisión de "cultura". Aparte de saltarse los mecanismos de control de los que la propia Diputación se ha dotado a través de los informes de técnicos y profesionales expertos, favorables en este caso a la solución adoptada.
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