Humean.
Humean las barbacoas. Como si de una señal ancestral se tratara nos anuncian
que la época estival ya está en todo su apogeo. Es difícil no toparse en esta
época del año con alguna de esas olorosas columnas de humo en el ámbito, sobre
todo, de las urbanizaciones veraniegas. Una de las primeras entradas de este
blog, “Los diez mandamientos de la urba”,
recogía el peso que este artefacto, la barbacoa, tiene dentro del relicario de
dichas “congregaciones”.
Pero,
reconozcamos una cosa. Nos plantamos ante el artefacto y, salvo honrosas
excepciones, nos convertimos en simple “echadores de carne”. Costilla, panceta, chorizo criollo, morcilla… van directamente del envase a la parrilla. Y de la
parrilla a nuestros estómagos en estado carbonizado si nos hemos despistado un
momento. De vez en cuando caen unas tímidas sardinas y poco más. Yo he sido uno de esos
“echadores de carne” durante años, lo reconozco. Pero empiezo a vislumbrar un
nuevo horizonte en este ritual de las brasas. Y creo que merece la pena
intentar sacarle algo más de partido a estas comidas al aire libre. Al fin y al
cabo la barbacoa no es sino una fuente de calor como otra cualquiera que permite un gran número de
productos y preparaciones.
Aquí van
algunas claves o ideas (otros dirían tal vez secretos) que pueden ampliar este panorama culinario:
En cuanto a
los productos, más allá de los mencionados, casi lo que queramos: chuletas,
hamburguesas, brochetas, verduras, patatas, pollo, pescado, marisco… A partir
de aquí, un proceso previo fundamental, el adobo o macerado, tanto de
carnes como de pescados. Durante unas horas o incluso desde el día anterior. Va a
servir para ablandar las carnes y hacerlas más sabrosas, dándoles el toque
final sobre la plancha o parrilla. Es más, en carnes “correosas” como las
costillas, cocerlas previamente durante unos minutos resulta de gran ayuda.
Y no nos
olvidemos de los aliños y guarniciones para acompañar la preparación: salsas,
cremas, mayonesas, vinagretas…
¡Ah! Y por
qué no, echar una ramitas de romero o tomillo, por ejemplo, sobre las brasas,
para aromatizar. A partir de aquí, como siempre, imaginación y diversión.
Como muestra,
un par de ejemplos:
-
Brocheta
de gambón (o langostino), sepia y champiñón (o calabacín).
Adobo
del pescado: aceite de oliva, limón, ajo picado.
Aliño:
Ali-oli o mayonesa de ajo y perejil.
-
Brocheta
de solomillo de cerdo, piña y pimiento rojo.
Adobo
de la carne: salsa de soja, aceite, miel.
Aliño:
salsa agridulce (jugo de piña, zumo de naranja, vinagre, azúcar moreno, salsa
de tomate o ketchup.)
Hace unos
días le comentaba a uno de los participantes en una de estas cenas al aire
libre el menú programado: brochetas de carne y de pescado con verduras. Se me
quedó mirando y me respondió:
“Sí, pero… ¿y un poco de costilla?”
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