Cuando hablamos de las miradas de la mujer en
el cine normalmente nos referimos al cine hecho por mujeres, a la visión
femenina en el cine. Y en los últimos años han aparecido estudios y se han
desarrollado ciclos en torno a este tema, intentando esclarecer si la realidad
imaginada por las mujeres es diferente a la de los hombres, si hay una
sensibilidad específica propiamente femenina en la manera de hacer cine, de
dirigir películas.
Pero en este caso quiero hablar de la mirada
física, la de los ojos. De esas miradas que, de alguna forma, me han seducido,
me han inquietado o me han generado un trastorno temporal transitorio. Miradas
que traspasan la pantalla. Y tres actrices, cada una de ellas de un ambiente
cultural y geográfico diferente, han sido capaces de generar en mí esos estados
de ánimo a través de la expresión de sus ojos.
Gena
Rowlands
(Estados Unidos, 1930) se inició en el mundo del teatro y debutó en el cine de
la mano de su marido, el director John
Cassavetes, con películas que marcaron una nueva forma de hacer cine con escasos
medios, lo que podría considerarse el inicio del cine independiente
estadounidense (“Shadows”, 1959; “Faces”, 1968). El genio del director y
la profunda mirada de Rowlands eran
suficientes para llenar la pantalla.
Unos años más tarde la actriz desplegó todo
su arsenal interpretativo en la extraordinaria “Una mujer bajo la influencia” (1974), en la que da vida a una ama
de casa emocionalmente inestable a través de su mirada perdida.
A Romy
Schneider (Austria, 1938 - París, 1982) la conocimos en los años sesenta, con
su imagen juvenil de princesa en la serie de películas sobre la emperatriz Sissi. Sin embargo fue en el tramo final
de su truncada trayectoria cuando su mirada empezó a tornarse triste y
melancólica y a reflejar el drama personal que estaba viviendo (complicadas
relaciones personales, muerte de su hijo). De alguna forma parecía estar
anunciando su prematuro final. En “Lo
importante es amar” (1974), transmite con dureza el declive físico y moral
de una actriz que tiene que recurrir al cine pornográfico para salir adelante,
a través de unos ojos suplicantes.
“La
muerte en directo”
(1980) es una amarga parábola sobre la muerte como espectáculo en la que Schneider encarna a una enferma
terminal. Su mirada, apagada, casi inerte.
De Fanny
Ardant (Francia, 1949) me enamoré, así sin más, cuando vi sus ojos negros,
su mirada sesgada y seductora, en “La
mujer de al lado” (1981) dirigida por el director francés François Truffaut, su compañero
sentimental aquellos años. Película intimista, romántica (ver http://www.echonovemberecho.blogspot.com.es/search?q=pel%C3%ADculas+rom%C3%A1nticas
), que me
permitió descubrir a esta actriz que destila elegancia por todos sus poros y
que sabe “mirar sin mirar”.
Tres grandes damas del cine que, sin llegar a
cotas de popularidad que otras han conseguido con menos recursos interpretativos,
han sabido mirar y transmitir solo con sus ojos. Miradas que hablan, miradas
que matan, miradas que suplican, miradas que enamoran.
Mis tres miradas de cine… lo cual no quiere
decir que no haya otras tres.
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