A bordo
del “Joshua”
He ido desgranando en este blog algunas de
las historias y algunos de los personajes que formaron parte de aquella “regata
de locos” de finales de los años sesenta, la primera vuelta al mundo para
navegantes solitarios, una travesía apasionante y dramática que sentó las bases
de posteriores competiciones como la exigente Vendée Globe.
En aquella regata de 1968 participó Bernard
Moitessier, un francés de 45 años, escritor y dibujante además de navegante, y
que, a la postre, sería el ganador “moral” (que no “oficial”). Moitessier nació
en Indochina y se inició en la navegación en su juventud, con los pescadores
del golfo de Siam, surcando como patrón los legendarios mares de Sur. Aprendió
a navegar, por tanto, con los métodos más primitivos, y fue naciendo en él ese
amor por la mar que había de marcar toda su vida. Tras algunas duras
experiencias en travesías junto a su esposa y en solitario, se fue forjando en
su interior el proyecto de dar una vuelta al mundo en solitario y sin escalas,
con el barco que él mismo había construido, el Joshua, un rudimentario y robusto velero de 39 pies de eslora.
En la convocatoria de la regata organizada
por el Sunday Times vio la gran
oportunidad de poder cumplir su sueño. Y fue uno de los nueve navegantes que
tomaron la salida. Tras cubrir dos tercios del recorrido y cruzar el temible Cabo de Hornos, el último gran obstáculo
del viaje, se disponía a volver a casa, muy por delante del resto de
participantes que aún se mantenían en competición. Todo indicaba que llegaría a
Inglaterra (punto de salida y de llegada) el primero, convirtiéndose además en
el primer navegante que daba la vuelta al mundo sin escalas. Y Francia también
se preparaba para dar la bienvenida a un héroe nacional.
Pero en su interior empezó a surgir un
enfrentamiento entre su misticismo asiático y su ego mundano y occidental.
Después de siete meses en el mar consigo mismo, su viaje la había ayudado a
despojarse de todo lo innecesario. Al pasar cerca de un buque petrolero inglés
le lanzó a cubierta una pequeña lata en la que había un mensaje para el Sunday Times:
“Mi
intención es seguir el viaje, sin parar, hacia las islas del Pacífico, donde el
sol luce radiante y hay más paz que en Europa. Por favor, no piensen que estoy
intentando establecer un récord. Récord es una palabra muy estúpida en el mar.
Continúo sin parar porque me siento feliz en el mar, y quizá porque quiero
salvar mi alma”.
Moitessier no estaba regresando a Inglaterra.
Estaba abandonando la regata, y la casi absoluta certeza de convertirse en su
vencedor. Estaba navegando por segunda vez por el extremo sur de África para
continuar alrededor del mundo. ¿Se había vuelto loco? Los periódicos, los
navegantes y todos los que habían ido siguiendo la regata se quedaron atónitos.
No, no estaba loco, al menos según sus
valores. Había mirado en su interior y había visto el poder corrosivo de las
ambiciones. Y volver a Inglaterra como vencedor de la regata no significaba
nada para él en ese momento. Y pensó que sería mejor recorrer 10.000 millas más
y prolongar su viaje. Se encontraba feliz y quería seguir estándolo. Y navegó
de nuevo hacia el océano Índico, y más allá.
En su extraordinario libro “El largo viaje. Diez meses navegando solo,
entre cielos y mares” Moitessier relata el periplo que significó su vuelta
y media al mundo (37.455 millas sin tocar tierra) a través del mar que, “según el viento, según el cielo, según que
el ocaso fuera rojo o gris, ruge, murmura o gime bajo el casco”.
Dibujo
de B. Moitessier
2 comentarios:
Además de transmitir su pasión por el mar y estar muy bien escritos sus libros son auténticos manuales de navegación, imprescindibles diría yo. Sin duda, uno de los más grandes navegantes que ha existido.
Saludos,
Luis.
Coincido totalmente contigo. Gran navegante, fuerte personalidad y buen divulgador.
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