Maksymilian nació en el seno de
una familia judía el 15 de Septiembre de 1872 en Zduńska Wola, Polonia. Con ocho años empezó a
trabajar como asistente de un dentista y con nueve era ya aprendiz en una
empresa de cosméticos. Se trasladó a Berlín donde trabajó como peluquero y con
catorce años ya estaba integrado en la plantilla de Korpo, como maquillador de la Gran Ópera Imperial Rusa. Tras
cumplir el servicio militar en la armada rusa, con veinte años abrió su propio
negocio en la ciudad rusa de Ryazan, donde empezó a comercializar sus pintalabios
hechos a mano, sus perfumes y sus pelucas con gran éxito. Su popularidad llegó
a oídos de la nobleza rusa, que le nombró director de cosméticos de la familia
real y de la Gran Ópera Imperial Rusa en la que había trabajado anteriormente.
Tras nacer sus tres hijos y afectado por la
creciente persecución antijudía que se estaba desarrollando en Rusia decidió
desplazarse con su familia a Estados Unidos e inició su nueva andadura en la
ciudad de San Luis. Pero problemas con su socio financiero le llevaron a la
quiebra y tuvo que empezar nuevamente de cero abriendo una pequeña barbería.
Poco después de nacer su cuarto hijo falleció su esposa de una hemorragia
cerebral en 1906. Un nuevo matrimonio, fallido, tras el cual se trasladó con
sus hijos a Los Ángeles, donde se introdujo en el mundo del teatro y de la
incipiente industria cinematográfica con sus maquillajes y sus pelucas. A
partir de ese momento desarrolló nuevos productos y sistemas de maquillaje
(incluyendo el uso de pestañas postizas), entendiendo que los utilizados hasta entonces en el mundo del teatro no eran adecuados para el mundo del cine, y
que la gran pantalla necesitaba tratar de forma diferente el rostro de las
actrices, fundamentalmente, con tratamientos faciales más delicados que
permitieran una mayor expresividad.
Empezó a experimentar con distintos
compuestos y para 1914 había obtenido y perfeccionado el primer maquillaje
expresamente creado para ser usado en los rodajes cinematográficos, con una
gama mucho mayor de matices y de sombras que los utilizados hasta ese momento.
De esta forma Maksymilian se convirtió
en la máxima autoridad en la imagen facial de las actrices, combinando
maquillajes, nuevas pelucas de pelo humano y pestañas postizas.
A su vez comercializó una amplia gama de
productos cosméticos para que, según sus propias palabras, “cada muchacha
pudiera parecerse a una estrella de cine”. Así el uso de cosméticos y
maquillajes se fue generalizando en la sociedad norteamericana y en el mundo
entero. Él era capaz de personalizar el maquillaje de cada actriz para que
lucieran lo mejor posible en la pantalla. Gloria
Swanson, Mary Pickford, Jean Harlow, Claudette Colbert, Bette Davis, Norma Shearer,
Joan Crawford o Judy Garland
pasaron por sus hábiles manos. Falleció a la edad de 65 años en Beverly Hills.
No cabe duda de que, más allá de
incorporaciones tecnológicas, aparición de nuevos géneros, puestas en escena
sorprendentes, directores innovadores… ha habido un nombre que con su visión,
su experimentación y sus creaciones influyó de forma relevante en esa época
inicial de la historia del cine, deudor aún de la actividad teatral, mudo y en
blanco y negro, en su tránsito hacia su despegue definitivo. Sin embargo he
repasado unas cuantas publicaciones que estudian y analizan este período y en
ninguna de ellas se cita siquiera a este hombre que con sus pestañas, sus
maquillajes, sus pintalabios y sus pelucas cambió la historia del cine y,
quizás también, la historia del aspecto y de la apariencia humana, de la
verosimilitud y de la probabilidad, de lo que parece y no es.
Ese nombre: Maksymilian Faktorowicz, o lo que es lo mismo, Max Factor.
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