Hace
unos meses el cineasta austríaco Ulrich
Seidl estrenó su nuevo documental, “En
el sótano”, donde desvela qué ocultan sus compatriotas debajo de sus
impolutos hogares. En esos espacios a los que se accede a través de una
estrecha y empinada escalera mal iluminada parece que nada bueno puede
ocultarse. No hay prohibiciones ni tabúes y en ellos se puede dar rienda suelta
a todo tipo de fantasías y perversiones, ya sea en forma de objetos y
utensilios almacenados o en actividades “retorcidas” lejos de las miradas de
los demás.
Dice
Juan Eduardo Cirlot en su “Diccionario de símbolos”: “Una escalera que comunica con un nivel
inferior al del suelo es siempre un símbolo de apertura hacia lo infernal”.
Esos lugares subterráneos de las viviendas provocan un “yuyu” del que la
literatura y el cine se han aprovechado para la ambientación de sus historias
de terror, horror y actos viciosos varios. Junto con los desvanes (unos abajo y
otros arriba), y apartados de lo que sí mostramos a los demás, recogen esa
parte subconsciente y oscura del ser humano. “Psicosis”, “El sótano del
miedo”, “Memorias del subsuelo”, “Drácula”, “Captivity”, “Secreto tras la
puerta”, “La torre de los siete jorobados”,
“La escalera de caracol” y tantos y
tantos otros, son títulos que se adscriben a esta tendencia de los submundos
ocultos dentro de los hogares “normales”.
El
caso es que los arquitectos, tal vez por un exceso de celo profesional, nos
empeñamos últimamente en diseñar sótanos en las viviendas en los que apenas
percibimos esa sensación de estar bajo el nivel del suelo. Nos las ingeniamos
para darles ventilación, hacerles llegar luz natural, los revestimos y los
amueblamos como si de una dependencia más de la casa se tratara. Y además les
damos usos confesables: sala de cine, txoko, gimnasio, bodega… Craso error. Catarsis,
prohibición, infierno, crimen, terror… Esos sótanos deben ser lugares
constructivamente inacabados y funcionalmente indefinidos. Espacios para ser habitados
por seres malignos o para convertirse en escenarios de acciones criminales y
tendencias psicóticas. Submundos “normales”.
¿Quién
me acompaña al sótano?
No hay comentarios:
Publicar un comentario