Llorar no es
gratis, al menos en Japón, un país en el que expresar los sentimientos abiertamente
es casi un tabú. Un céntrico hotel de Tokio ha dispuesto una serie de
habitaciones, denominadas las “habitaciones del llanto”, en las que por un
¿módico precio? (entre 74 y 148 euros) se puede llorar a moco tendido, sin
vergüenza y sin miedo a ser objeto de burla o desdén. En sus estanterías, películas y libros de marcado perfil lacrimógeno ayudan en el empeño.
Hace tiempo,
al menos en la cultura occidental, se abandonó la idea de que las lágrimas eran
un signo de debilidad y que llorar demostraba una personalidad inmadura.
Incluso distintos estudios científicos han ido abonando la idea de los
beneficios del llanto: anestesia natural contra el dolor, eliminación de
toxinas, hidratación de los ojos, eliminación de gérmenes nocivos… Por tanto,
tras conocer las bondades que aporta a nuestra salud emocional y física
deberíamos tener totalmente asumido que no debemos sentir temor ni vergüenza
cuando una lágrima asoma amenazante bajo nuestros párpados.
Todo esto estaría
muy bien si no fuera por un pequeño detalle: las “habitaciones del llanto”
japonesas han sido diseñadas solo para mujeres. A lo que sumo otro pequeño
detalle: buscando documentación gráfica para ilustrar esta entrada, de las 100 primeras
imágenes aparecidas bajo el epígrafe “llorar”, 69 correspondían a mujeres, 24 a
niños o bebés y solo 7 a hombres con el lacrimal desbordado. Por lo visto lo
masculino está reñido con los beneficios del llanto. O se practica “en la
intimidad”.
Se me ha
ocurrido bucear en el séptimo arte para comprobar si los tipos duros del cine
han tenido que forzar alguna vez su glándula (la del párpado) por exigencias
del guion y el resultado ha sido éste: todos han llorado en alguna ocasión
pero, por regla general, sin desatarse, conteniendo el sentimiento, con mesura.
Aquí van algunos:
Clint Eastwood
Humphrey Bogart
Marlon Brando
Dustin Hoffman
Robert de Niro
Brad Pitt
Incluso “El hombre de lata”, que a pesar de su
robusta coraza no era un tipo muy duro.
Sin
embargo, no puedo resistirme a cerrar este repaso cinematográfico sin incluir
una secuencia de “Paris, Texas” (Win
Wenders, 1984), protagonizada por Harry
Dean Stanton y Nastassja Kinski,
con un estremecedor primer plano fijo de más de tres minutos de duración (entre
los minutos 4.43 y 7.50 del vídeo). Sí, la que llora es una mujer. Y la sutil
música de fondo de Ry Cooder también
ayuda. Pero esa es otra historia.
Nastassja Kinski
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