¿Quién
no ha comido patatas fritas? Como guarnición, como acompañamiento de huevos,
carnes y pescados, con salsas y aderezos o solas. Un producto tan común y tan
sencillo y uno de los alimentos más consumidos en el mundo parece que no
debería tener secretos… pero alguno hay.
Haciendo
un poco de historia, la patata es originaria de Perú, donde llegaron a existir
más de 4.000 variedades y donde, curiosamente hoy en día, se ven obligados a
importar este producto. Desde Perú, y pasando por Chile, la patata viajó por el
Atlántico y desembarcó en Europa a través de las Islas Canarias, la Península
Ibérica y, desde aquí, al resto de Europa. Inicialmente se consumía cocida, así
que ¿cuándo apareció por primera vez la patata frita? El “invento” se lo vienen
disputando franceses y belgas, pero últimamente se decanta del lado de estos
últimos. Algunos documentos aparecidos recientemente sitúan la primera
freiduría de patatas en Bélgica, a mediados del siglo XIX. Un plato o aperitivo
típico desde entonces en Bélgica y en el norte de Francia son las patatas
fritas con mejillones, patatas que tradicionalmente (y aún hoy en ciertas
zonas) se freían en grasa o manteca de vaca (blanc de boeuf).
Tal
es el fervor que existe en Bélgica por las patatas fritas (junto al chocolate)
que existen asociaciones que propugnan la inclusión de este humilde tubérculo
en la bandera nacional. Y aún hay más. Se ha abierto recientemente en Brujas,
ocupando un precioso edificio del siglo XIV, el único museo dedicado única y
exclusivamente a las patatas fritas, el Frietmuseum. www.frietmuseum.be
Toda
esta culturilla general está muy bien pero ¿cuál es el secreto para hacer unas
buenas patatas fritas, si es que lo hay? Ahora que está tan extendido el
concepto de “la búsqueda de la excelencia”, ¿por qué no buscarla también en la
patata frita? Investigando un poco por aquí y por allá hay que decir que hasta
algunos de los chefs más prestigiosos de la alta cocina han andado dándole
vueltas y haciendo probaturas al respecto. Heston Bluementhal las “acondiciona”
con glucosa, bicarbonato de sodio, salmueras… Cosa sencilla, vamos. Y para
andar por casa, ¿hay alguna fórmula que nos proporcione esa patata que todos
deseamos, crujiente pero esponjosa, blanda pero firme? He encontrado varias,
pero creo que ésta es la más sencilla y la que a mí me funciona. Ahí va.
Receta
de patatas fritas
Pelar
y cortar las patatas en bastones. Lavar en agua (para quitar parte del
almidón), escurrir y secar bien. Freír durante 6 minutos, sin amontonar, en aceite de oliva a
temperatura media (130º-140º). Sacar las patatas y dejarlas enfriar unos diez
minutos. Volver a freír durante 3 minutos a temperatura alta (165º-175º), hasta
que estén doradas. Escurrirlas y añadir sal. Y listas para comer. En resumen,
el truco básicamente consiste en freírlas dos veces, así de fácil.
¡Bon
appétit!
4 comentarios:
Algún aceite en especial?
Ya indico la utilización de aceite de oliva. Aporta un mejor sabor y aguanta mejor las altas temperaturas.
Si te refieres a qué tipo de aceite de oliva, eso ya es para nota. Lo mejor es probar y que cada uno utilice el que más le guste.
Me ha llamado mucho la atención lo del museo de la patata frita, curioso. No hace mucho se abrió en Madrid un restaurante de comida belga. No sé si hacen las patatas fritas al estilo tradicional, habrá que darse una vuelta.
Saludos,
Luis
Pues si tienes oportunidad y pasas por allí, nos cuentas. En la próxima visita a Madrid habrá que acercarse para ver si aprendemos algo.
Saludos.
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