En las apasionantes relaciones entre el cine
y la arquitectura el papel de las ciudades da para un amplio, amplísimo
análisis desde múltiples puntos de vista que no pretendo acometer aquí. Pero
hay algo cierto y es el hecho de que, en ocasiones, la imagen o la percepción
que tenemos de una ciudad concreta proviene precisamente del tratamiento que
haya tenido en una determinada película, sobre todo si aún no la hemos
visitado.
En la mente de cualquiera están ciudades
definitivamente cinematográficas: Nueva York, Roma, París, Viena… que han sido
recogidas en el cine desde su vertiente más realista hasta visiones más tópicas
o de tarjeta postal. Pero me interesa
repasar ahora una ciudad a la que se ha prestado una menor atención
(cinematográficamente hablando) y que sin embargo ha sido testigo de algunas de
las mejores películas europeas de los últimos años. Hablo de Lisboa, la ciudad de la luz. Y en la docena de
películas revisadas, realizadas desde 1980 hasta nuestros días, he encontrado
unos rasgos identificativos o, lo que llamábamos antes, unos denominadores
comunes: el intento de no mostrar la ciudad turística y la presencia del agua
(el río, el puerto) como motor simbólico de la narración. En alguna ocasión he
hablado de esa percepción diferente de las ciudades en general y de Lisboa en
particular cuando te aproximas a ellas desde el mar y descubres de un golpe de
vista su topografía, casi su historia, desde el puerto hasta las colinas.
Parece como si el estuario, ese lugar
geográfico donde se encuentran en este caso el río Tajo y el océano Atlántico,
produjera un simbólico efecto de remolino sobre los personajes que la visitan y
que deambulan por sus películas. Y para ilustrar este pequeño aperitivo sobre Lisboa en el cine propongo tres títulos indispensables.
“En la
ciudad blanca”
(Alain Tanner, 1983). A través de la
pequeña cámara del marinero suizo que acaba de llegar a la ciudad escapando de
su propia vida, en sus deambulaciones por calles y plazas, percibimos una
particular reflexión sobre la soledad y la crisis de la madurez. Años más tarde
Tanner realizó una especie de segunda
parte, también ambientada en Lisboa y titulada “Réquiem” (1998).
“Sostiene
Pereira”
(Roberto Faenza, 1996). Hay muchas
formas de plantear la respuesta al fascismo. El escritor Antonio Tabucchi lo hace con gran maestría narrativa a través del
personaje de Pereira, un viejo periodista en la Lisboa de la dictadura de Salazar. En esta adaptación cinematográfica
la paulatina toma de conciencia del personaje quedó extraordinariamente
plasmada con la magnífica interpretación de Marcello
Mastroianni.
“Recuerdos
de la casa amarilla”
(Joao César Monteiro. 1989). Este
director portugués ha sido denominado como el Woody Allen europeo, por sus particulares obsesiones vitales. En
este caso nos ofrece una comedia negra, negrísima diría yo, sobre la fragilidad
de la condición humana, ambientada en un espacio urbano periférico de Lisboa
donde la miseria parece ocupar todo.
En definitiva, y como adelantaba en las
primeras líneas, poca complacencia en mostrar la Lisboa bonita y un mayor interés en una visión más costumbrista y
descarnada, en contraposición con visiones más hollywoodienses de otras ciudades europeas.
No me importaría volver a Lisboa. Vuelvo a
Lisboa.
2 comentarios:
Hay una película muy interesante de Win Wenders "Historias de Lisboa" en la que realiza una aproximación a la ciudad a través de sus sonidos y su música.
Tienes razón. Si no me equivoco fue un encargo que le hicieron con motivo de la capitalidad cultural de Lisboa. En principio se trataba de un documental para promocionar la ciudad pero Wenders le dio su toque personal convirtiendo la película en una curiosa historia con reflexiones sobre el proceso creativo del cine.
Gracias por la aportación.
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