Estas últimas semanas he coincido
con varios grupos de personas en reuniones de carácter profesional en un caso y
de carácter lúdico o social en otros. Temas de conversación variados e
interlocutores diversos. Y he afianzado mi teoría del “sí, pero yo más” también
llamada “en cuanto pueda meter baza te vas a cagar”.
Inicias una conversación y tu
interlocutor ya está, cual ave de rapiña, al acecho y en posición de ataque,
como diría el ínclito Félix Rodríguez de la Fuente. Le falta tiempo para
introducirse en la conversación y transformar el diálogo en monólogo, hablando
generalmente de sí mismo, de su gran experiencia que todo lo avala y dejando lo
demás y a los demás en un segundo plano. No sé si se trata de menospreciar al contrincante
o un reflejo de la autoestima personal, pero la sensación que me provoca es que
la conversación ha llegado a su fin, no tiene ya más desarrollo, no me siento a
gusto. No quiero decir con esto que hablar de uno mismo, de su experiencia, sea
rechazable por principio. Al contrario. Hay personas que tienen cosas que
contar y aportar a los demás. El problema es cuando la actitud deriva en
arrogancia y en cierto desprecio hacia el interlocutor.
En algún sitio he leído que entre
el 30 y el 40% de nuestras conversaciones giran en torno a nosotros mismos. Y
que en las redes sociales esa proporción asciende hasta el 80%. ¿Estamos
perdiendo la facultad de comunicarnos, de transmitir y recibir información y
emociones? Parece que la tendencia para relacionarse con los demás es mostrando
superioridad y no la generosidad, el interés o la amabilidad que se debería
desprender de la confianza mutua. Cada vez me cuesta más encontrar personas con
las que mantener una conversación de tú a tú. Pero las hay. Y en esos casos disfruto,
siento que la capacidad de contar, de revelar, de compartir experiencias fluye
de forma natural y las horas pueden pasar sin darte cuenta. He llegado a la
conclusión de que, eliminado el ave de rapiña, existen dos grados del buen
conversador: el que escucha con interés y de forma relajada (sin estar
continuamente al acecho) y el que, además de escuchar, te hace preguntas
interesándose realmente por lo que estás contando. Ese es un detalle definitivo
e inequívoco del buen conversador. Y este último sí que es ya una rara avis. Vamos,
que es un lujo encontrárselo. Pero, afortunadamente, conozco algunos. Y están
aquí, entre nosotros. No viven en ninguna reserva protegida pero sí son una
especie en vías de extinción.
Qué bueno que digas eso, porque yo....
ResponderEliminar...porque tú ¿qué?
ResponderEliminarBuen artículo, pero en mi blog hay entradas mejores, jajaja :P
ResponderEliminarMe gusta leeros y de vez en cuando, cuando creo que puedo aportar algo, hacer un comentario ¿significará algo?
ResponderEliminarUn saludo,
Teresa
Espero que signifique que vas a seguir leyendo este blog y haciendo tus aportaciones. Y espero seguir teniendo algo mínimamente interesante que decir. Gracias por tu fidelidad. Saludos.
ResponderEliminarQué razón tienes Bernardo. Espero poder conversar contigo este sábado en el monte!!!
ResponderEliminarhttp://comoganaramigoseinfluirsobrelasperson.blogspot.com.es/2007/12/fcil-manera-de-convertirse-en-un-buen.html