Hubo un
tiempo en el que dedicarse a la profesión de arquitecto suponía asumir toda una
vida dedicada en cuerpo y alma a un único proyecto, y una muerte segura como
“premio” a dicha dedicación. Eso era vocación. Como la que tenía Vashtar, el arquitecto que diseñó la
pirámide de Keops para el faraón del
mismo nombre en la dinastía IV del Antiguo Egipto. Vashtar sabía que el pago a su trabajo consistiría en ser sepultado
bajo las piedras de la pirámide, junto con la familia del faraón y sus tesoros,
para que no pudiera revelar los secretos de tan extraordinaria construcción.
Estos hechos se relatan en la película “Tierra
de Faraones” (Howard Hawks, 1955), y en la siguiente secuencia se recoge el
momento en el que el arquitecto presenta al faraón, su cliente, el mecanismo
ideado para el sellado de la cámara mortuoria:
“Land of the pharaohs”
En este caso
el anciano arquitecto casi ciego y su hijo, que había sido su mano derecha
durante los últimos años de la construcción, fueron perdonados y liberados, al
menos en la ficción de la película.
Sin embargo,
4.500 años después, el arquitecto Ma Won
Chun no ha corrido la misma suerte. En el acto de inauguración del
aeropuerto internacional de Pyongyang, construido según proyecto suyo, se echó
en falta su presencia. Tras una serie de investigaciones se descubrió que su
“cliente”, el mandatario norcoreano King
Jong-un, había ordenado su ejecución al considerar que no se había ajustado
al programa planteado y que el resultado no era de su agrado.
Aeropuerto de Pyongyang
Así que,
compañeros de profesión, colegas, no olvidéis leer la letra pequeña de los contratos
de redacción de proyectos o, mejor aún, mirad a los ojos a vuestros clientes e
intentad discernir si tras ellos se oculta ese pago de honorarios “en
especias”. Nunca se sabe.
NOTA:
También 4.500 años después de que aquel brillante arquitecto ideara el
mecanismo para el sellado de la cámara real, tuve la oportunidad de utilizar
esa misma técnica, basada en el desalojo de la arena, en una de mis obras. A
muy pequeña escala, por supuesto. Y también fui perdonado. Gracias Vashtar, te debo una.